¿Todo estará bien...? 💫

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Hay cosas que no son capaces de sanar ni con el tiempo. Era una niña aún, tan pequeña que soñaba un sueño diferente cada día, cuando la noche comenzaba, yo cerraba los ojos con ilusión a que llegara el nuevo día para cumplir todos esos sueños... Hasta que aquello sucedió.

Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, era un viernes en la madrugada, mi hermano se había quedado a dormir en la casa de Yukito mientras que yo estaba en la casa de Tomoyo. El teléfono sonó cerca de las 2 de la mañana, debido al absoluto silencio fue que lo escuché, me escondí debajo de las sábanas, inconscientemente sabía la razón por la que había sonado, segundos después escuché a la madre de Tomoyo llorar desconsoladamente, su esposo trataba de calmarla pues la peor parte estaba por venir, decírmelo.

Tocaron la puerta suavemente, Tomoyo abrió, yo continuaba debajo de las sábanas haciéndome la dormida, no quería ver a nadie, no quería que nadie me hablara, quería dormir y por primera vez, anhelaba no volver a despertar.

—Sakura, querida...— tocó mi espalda la señora Sonomi.
—Era mi padre ¿verdad? Quien llamó— dije sin descubrirme la cara, sin moverme.
—Así es, tu madre...
—Lo sé— interrumpí, no quise escucharlo.
—Apenas amanezca, iremos al templo...— tapé mis oídos, no era de importancia lo que tenía por decirme, pronto se fue y la habitación se quedó oscura y silenciosa de nuevo. Segundos después, en mi cama sentí como mi prima y mejor amiga Tomoyo se había sentado a un costado de mí —Sakura, lo siento mucho.
—Por favor, déjame sola— dije con la voz en un hilo, ella se apartó y regresó a su cama, la habitación se hundió en un silencio abismal, cerré los ojos para sumergirme en mis recuerdos, ahí no habían despedidas tristes, todo seguiría igual aunque afuera estuviera derrumbándose todo el mundo encima de mí, así estuve un largo tiempo hasta que sin darme cuenta, me quedé dormida.

La mañana siguiente fue sombría, el día estaba nublado por la temporada de lluvia, todos vestían de negro, trataban de consolar a mi padre que acababa de perder a la mujer de su vida, en cambio, yo no lloré. Posiblemente fue porque era tan pequeña que no entendía del todo la muerte, tampoco me sentía triste, muchos me dijeron que era porque no me sentía en deuda con ella, no tenía culpa alguna por la cual llorarle, generalmente la gente llora cuando saben que no hay otra oportunidad de arreglar los problemas que tuvieron con esa persona, pero yo amé a mi mamá hasta el último segundo de su vida, la sigo amando incluso ahora, después de 7 años de su partida, aunque ya no soy la misma niña que alguna vez fui.

Ya no soñaba nada, ya no anhelaba nada, me esmeré en ser fuerte, no quería preocupar a mi padre ni a mi hermano si me veían llorar o triste, me dediqué a tiempo completo al estudio, mantenía mi mente ocupada para no pensar en mi mamá, encerré todos mis sentimientos, mis quejas y mis problemas. Tenía que quedarme dormida estudiando para poder descansar, despertaba al primer ruido de la alarma. Como un robot programado, hacía la misma rutina; ponerme el uniforme, cepillar ni cabello, guardar mis libretas en la mochila, mirar por la ventana a los niños caminando felices hacia la escuela, algunos en compañía de sus madres, a ellos los envidiaba en especial a los que se enojaban con sus madres y les decían que no querían verlas nunca más. No saben lo que dicen.

Mi padre se esforzó al doble para cubrir el vacío que dejó mamá; trabajar, preparar los almuerzos, las comidas, estar al pendiente de nosotros. Mi hermano Touya trataba de apoyar a mi padre cuidándome, tomando trabajos de medio tiempo y llevándome a la escuela. Muchas veces intentó que me abriera ante él, que hablara sobre mis sentimientos, pero todos y cada uno de sus intentos fue inútil. Tomoyo por su parte se esforzó más en que yo permaneciera a su lado, de no ser por eso también me habría alejado de ella, naturalmente después hizo más amigas, me alegro por ella ya que necesitaba con quien salir de compras, al cine o a comer, tener amigas nuevas no hizo que me dejara a un lado, al contrario, siempre intentaba incluirme, ella me decía que algún día todo sería mejor y que estaría a mi lado hasta que ese momento llegara pero perdí la esperanza en ello esa mañana. Todo comenzó en el desayuno; mi padre, mi hermano y yo estábamos sentados en la mesa terminando nuestros alimentos, mi padre y Touya hablaban sobre cosas de hombres como arreglar la reja del patio y pintar la fachada de la casa que no se había pintado desde hacía mucho tiempo, realmente no lo sabíamos con claridad cuánto, lo único que seguía en nuestras memorias es que mamá aún estaba aquí.

Strawberry ChristmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora