No puedo ser un héroe, así que los admiro desde lejos. Pero con él es una historia completamente diferente.
No sé cómo, pero tengo esta enorme colección sobre él. Juguetes, revistas o cualquier cosa que tenga su bello rostro y me hace tan feliz, qu...
No se necesita más que ver la sonrisa de la persona que consideras más importante en tu vida para saber que eres feliz.
Porque, al fin y al cabo, no importa cuanto tengas o cuanto no, dentro de ti sabes que si esa persona está a tu lado nada más importa.
La felicidad es solo eso.
Una sonrisa.
Y la calidez de tu ser amado a tu lado.
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—Y bien ¿tienes el dinero? — soltó cuando vio la silueta de una persona detenerse frente a él.
Estaba oscuro y silencioso.
Tal vez demasiado.
No podía verlo del todo, pero esa era la idea.
¿Qué más podía esperar de un callejón en la parte más peligrosa de Musutafu?
—Primero la información—le respondió con voz grave.
—¿Quién en su sano juicio entrega la información sino tiene el dinero primero? No digas tonterías—refutó seguro.
No se podía permitir mostrar debilidad.
—La información. Ahora—Gruñó, acercándose unos pasos hacia él de forma amenazante.
Se quedó en su sitio mientras el villano se acercaba permitiendo que la luz del farol más cercano iluminara su rostro.
Objetivo verificado.
Kuro Ame
Nombre de villano: Darkness
Kosei: con el toque de su mano encierra la mente de su victima en un espacio oscuro. Si es solo en la oscuridad el efecto puede tardar como máximo una hora, pero con la información correcta puede recrear escenarios traumáticos para su victima durante el rango de 2 a 10 minutos como máximo en un estado de pesadilla.
—Dámelo ahora o me aseguraré de encerrarte en tu peor pesadilla.
—Tu y yo sabemos que solo puedes hacer eso si sabes algo de mí. Y no sabes nada de mi Darkness, al menos no personal—sonrió confiado, alzando la vista y mirando directamente al villano a los ojos.
Los ojos de Darkness brillaron en violeta amenazando con el uso de su kosei junto con una sonrisa socarrona, mirándolo de pies a cabeza para luego detenerse en su rostro.
Sus ojos azules no se inmutaron sosteniéndole la mirada.
—Si que sabes jugar.
Soltó por lo bajo sacando de su bolsillo un sobre.
