A mediados de curso, cuando resultaba ya mi presencia acostumbrado espectro, llamaba la atención una nueva incorporación; otra muchacha, alta, cabellos largos y bien negros, marchaba el que fuera su primer día allí, bajo las leves miradas que una vez hubieron de caer sobre mí. Era su postura un tanto encorvada; claramente no le acomodaba ver a las personas a los ojos. Se rumoreaba que su nombre era Ana María del Verdún; que llegaba a tales alturas desde Puntas de Cañada Grande, donde vivía junto a sus tíos, y se mudaba ahora con su padre, madrastra y hermano menor. Quién sabe de qué forma habrán estos averiguado su vida, si es que no se tratara de pura invención por generar misterio en su figura; y si fueran estas todas verdades, seguro es que no me atrevería a imaginar cuánto de mí habrán aprendido en su momento.
En la clase –daba la casualidad de encontrarnos en la misma–, aprovechó la joven la suerte de elección de bancos entre los que aquel día se hallaban desocupados para tomar el que se ubicara más al fondo. No éramos ni una ni otra muy sociables, por lo que se veía; pues a su lado, bien en el más apartado rincón del salón, me encontraba yo, disimulando mi curiosidad con la mirada hacia el pizarrón.
—¿Tenés goma? –Le escuché decir más avanzada la clase; su voz, apagada por la vergüenza y la discreción de no interrumpir las lecciones, daba la sensación de ser dulce y amable en un tono normal.
Habiéndole pasado el útil, me hacía pronta devolución del mismo con timidez y hasta susto de adornar con un 'gracias'.
Con el timbre que anunciaba el recreo, el salón quedó pronto vacío; aún en nuestros asientos, con pocos ánimos de salir a donde se colmaban los espacios de gente, la otra chica y yo permanecíamos allí; parecía ser para ambas la más cómoda costumbre.
—Oye –Me atrevía al fin a dirigirle alguna palabra–, ¿es cierto que te llamas Ana María, como todos comentan?
—Pues sí... Aunque prefiero 'Anita'; así me llamaba mi madre con sus mayores cariños... ¿Y el tuyo?
—Luna Celeste... –Curiosa le habrá parecido la casualidad de semejante nombresito... Mas por respeto no hubo de reírse del que siempre se me hizo chistesito sin gracia de mis padres...
Tímidas y reservadas como éramos, no fue nada difícil encontrarnos pronto cómodas la una con la otra, y hasta saliéramos de la trinchera en mutua compañía.
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I.A.A.V.: Mis cuatro estaciones
Fiction généraleA lo largo de la vida, las historias que te atrevas a contar, las experiencias y las personas que conozcas, pueden cambiar tu vida y llevarla por distintas direcciones.