I.A.A.V.: Mis cuatro estaciones

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—¿Entonces es también cierto que acabas de mudarte con tu padre y madrastra? –Le seguía yo interrogando, como si la timidez que me caracterizaba fuera repentinamente cosa del pasado.
—Son unos morbosos... Malpensados de la peor clase... ¡Ven a un hombre viudo en convivencia con una joven muchacha y ya han de pensar que se ha conseguido moza nueva! Perversos que son... pues esa muchacha es mi hermana mayor...
—¡Ah, vaya! –Me avergonzaba terriblemente por ser yo quien le hiciera tales afirmaciones...– Pero... ¿por qué vivías con tus tíos y tus hermanos continuaban con su padre?
—Porque en su enfermedad, fue mi madre trasladada al cuidado de su hermano y familia; mi padre debía por entonces trabajar el día entero; y aún... y a mis tíos no les parecía suficiente que mi hermana mayor le cuidara ella sola y se encargara al mismo tiempo de sus hermanos chicos... "La Neni" y Lucho, que son los otros hijos de mis padres, permanecieron con papá; yo, que fui siempre tremenda apegada a mamá, me fui con ella...
—...De quien no me pudiera yo desprender sería de mis hermanos... en especial del más chico, que es a quien más cercana y transparente me siento... De hecho, tan poco es lo apegados que estamos a nuestra madre que si de nosotros alguno cayera enfermo, no perdería aquella tiempo en mandarle a algún hospital en el extranjero... Desde luego, procurando en esto nuestro mejor interés; pero es claro que mucho no sería lo que sufra por verse alejada de nosotros en comparación a la angustia de vernos afectados de salud... No es mala madre ni somos malos hijos; simplemente no ha sido tan profunda la relación... y hasta nos viéramos más cercanos a papá, en especial desde la muerte del abuelo... –Detenía mis reflexiones al recuerdo de tal asunto, que aún era sensiblemente doloroso, y ahora comenzaba a remover en mi memoria el eco de sus palabras que, aunque me quisiera con este respecto hacer desmemoriada, me seguía causando una inquietud que no sabría explicar.