I.

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Capítulo 1

Querido Collin.

Lamento por no escribir diariamente como lo solía hacer, estoy tan ocupado que apenas tengo tiempo de respirar.

Los días soleados son demasiados y comunes. Los días de tormenta son contemplados por los corazones más necesitados. Todo bien para mí, los días soleados son hermosos para salir a pasear. Los días de lluvia adecuados para quedarte en casa, son excelentes hasta que empieza a relampaguear en la noche.

A veces me causa gracia como la gente simplemente es gente diferente que tratan de ser iguales, y todos creen que los demás son extraordinarios.

Hace días me choqué con la puerta mientras salía y ahora tengo un gran color morado en mi brazo, excelente, parezco que acabo de salir de una relación tóxica.

En la tarde hay un ensayo especial. Se me hace tarde. Pondré una alarma para escribirte, si no lo hago, me quedé dormido.

Me despido por hoy.

Con cariño, tu dueño querido.

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Escribo desde que tengo memoria. Todas las mañanas, o, bueno, casi todas, escribo lo primero que pienso, veo o escucho. Mis sentidos son mayores que los demás, me lo han dicho siempre y siempre lo he sentido así.

Por estar sumido en mis pensamientos, noté que el reloj de la cafetería dio las nueve y tuve que recoger todas mis cosas tan rápido como pude. El ensayo hoy sería más temprano y acordé con el profesor una hora un poco más tarde para yo llegar, ya que el trabajo no me permitió salir más temprano, pero ya casi se me pasaba la hora específica.

—¡Carrie! ¡Voy tarde! —le grité a mi compañera mientras me quitaba el uniforme a toda prisa.

—¡Vete, te cubro! —me respondió ella desde lejos.

Arreglé mi mochila lo más rápido que pude y salí corriendo por la puerta trasera, por el callejón, y luego me dio la claridad del sol de la tarde que era mucho más fuerte que las opacas luces de la cafetería. Corrí hasta la otra orilla de la calle, cuidando que no me fuera a caer por lo roto de algunas zonas, y seguí corriendo apurado por llegar a la estación del metro.

No sé por qué las clases importantes deben hacerse tan temprano a horas horriblemente complicadas, si son tan importantes, deberían hacerse cuando todos lleguen a estar desocupados, ¿no? No sé ni para qué existe el tiempo. El orden es aburrido y estricto.

Ni siquiera sé si estoy corriendo bien, pero al menos estoy consciente de que estoy bien peinado y el cielo es azul.

En la estación del metro había un gentío, es lo usual. Pero al llegar uno de los trenes las personas se fueron dispersando, unos salían, otros entraban, como si fuera la vida de alguien. Me quedé en una esquina para mantenerme alejado, odio salir de casa y estar entre la gente, pero tenía que mantenerme.

Habían algunas personas peculiares que llamaron mi atención. En Francia es todo muy bonito... en ciertas zonas. Este era uno de esos lugares en donde te podrías encontrar desde un hombre con solo un tutú puesto o a una mujer dando a luz de la nada.

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