VIII.

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Querido Collin. Estoy pensando en cambiarte el nombre. Collin es un nombre feo, no sé cómo o de dónde me salió ponerte así.

Ya es julio... ¿o junio? Siempre suelo confundir esos dos meses. Bueno, ya sabré qué mes es, por ahora: es julio o junio 12, lunes, 2023. Creo que son las 16:23.

Este día huele a raro. ¿O tal vez porque huele a tierra mojada y hay mucho movimiento en la calle? No lo sé, así lo percibo yo. Percibimos tantas cosas que tenemos que escoger en qué creer y en qué no. Por eso yo simplemente dejo que todo fluya.

Y todo termina fluyendo, pero para al infierno.

Al llegar al metro había más escándalo de lo usual, también más personas gritando, como de costumbre. ¿Por qué las personas tenían que gritar? ¿Para saber si no estás sordo?

Shirley estaba actuando en el metro, decidimos que era más seguro que en la calle de la playa porque los mismos tipos que lo golpearon volvieron a aparecer, con más amenazas.

Le dije a mi hermano que no continuáramos yendo a trabajar, porque realmente él no estaba bien. Cubría lo que restaba de los golpes de su cara con maquillaje, y encima se maquillaba otra vez como mimo. Su única excusa era: "necesito trabajar". Y cuando le preguntaba que para qué, solo respondía: "necesito ahorrar". Y cuando le volvía a preguntar qué para qué, solo se quedaba callado. Era muy monótono sobre el tema.

Me la estaba pasando dibujando lo que sea que veía. Ya tenía a un perro, a dos señoras, al señor que vende los tickets del metro, a Shirley dándole una flor a una niña; ahora dibujaba al hombre violinista. Algún día le preguntaré su nombre.

Me preguntaba por qué el trabajo callejero no se estudiaba en la universidad. Había que tener talento, eso es claro, pero también años de preparación. Shirley tenía veintiún años, y desde los seis años ya sabía bailar ballet y actuar, yo inicié a los diez y ahora tengo quince, y sigo perfeccionando mis talentos.

En fin... creo que empezaré a escribir otro cuento. Uno sobre el mar, así reforzar la historia que me dijo Remi, sobre el mar azul. Creo que también estoy extrañando a Remi, nos hemos vuelto amigos, pero la gran suerte mía es que lo veré en unas dos o tres horas porque vamos a ensayar.

Shirley ya está terminando, así que me despediré aquí.

Nos vemos otro día (o tal vez no, espero que no).

Con cariño, Blue Shore.

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—Camina ya, Ron —cerré de forma rápida mi libreta al escuchar a Shirley hablarme.

Recogí mi mochila, lo más rápido que pude para no hacer a mi hermano desesperar y me levanté para correr tras suyo.

Subimos las escaleras del metro para salir a la calle y anduve siguiendo sus pasos, en todo el sentido de la palabra, podía ver la silueta de sus pies en el suelo, otra vez, entonces las iba pisando, aunque debía dar largos pasos para ello. ¿Por qué demonios Shirley era tan alto? Y lo peor es que era el más alto de mi familia, aunque mi padre solo era unos centímetros más bajito.

Mientras caminábamos, Shirley de pronto entró a una tienda y yo le seguí, aunque después me dijo que buscara algunas galletas o algo que yo quisiera, entonces lo hice.

Nos separamos y en la tienda me fui a la sección de dulces, tomé unas oreos y después esperé a Shirley, quien cogió algunas mentas y dos cajas de cigarros, debían ser para él y papá, aunque Otto no sabía que Shirley fumaba.

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