XII.

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Ok, entonces, al final de todo, sí soy la maldita desgracia de la familia. Pensé que la retórica de mi cabeza se ocupaba de hacerme creer que todos me soportaban y amaban. Pero claro: solo retórica. Solo figuras. Formas de creer que yo estaba encajando.

Toda la familia Morel en algún momento me despreció, me incluiría, pero no soy un Morel realmente. Hace años creía que mi vida era un error. Y que equivocado estaba. Mi vida era una tragedia.

Me siento entre las nubes. Soy una nube, cansado de estar en el cielo, sobrecargado. Quiero desaparecer. Me merezco desaparecer.

Shirley intentó hacerme dormir, me dio té, nos encerró en nuestra habitación, intentó suavizar todo; cada cosa que decía o hacía solo me llevaba a pensar qué tan terrible tuvo que ser todo.

Ocurrieron decenas, centenas, tal vez millares de escenarios en mi cabeza acerca de lo que tuvieron que pasar para que yo estuviera aquí. En ninguna situación alguien salía ileso.

Por mí, mi madre siempre estuvo ausente. Por mí, Otto siempre estaba enojado. Por mí, Shirley siempre estaba cansado. Por mí, por mí, todo por mi culpa. Todo por culpa de alguien que ni siquiera debería estar existiendo.  Yo no debería estar vivo.

Siempre fui la pieza rota.

—Blue Shore
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Me llegó un recuerdo de cuando era más pequeño y supuse que la mujer que estaba en él era mi madre, porque no había otra explicación. Recuerdo objetos: flores, maquillaje y malvaviscos. Era navidad. Shirley me había puesto un gorro en la cabeza y yo me creía uno de los duendes de Santa Claus.

Claro que solo eran recuerdos, no volverían.

Mi madre no volvería, Otto no volvería a hablarme del tema y la noche que perdí sin dormir con tantas preguntas y emociones estancadas en el pecho no volvería. 

—¿Pero a dónde diablos se habrá metido Ronan? —escuché sobre mí cabeza.

Ignorar y seguir dibujando. De eso se tratan mis últimas cuatro horas estando aquí.

La gente me perdía de vista. Yo me desaparecía ciertas veces. Se me ocurrió abrir el escotillón que se encontraba en el escenario y meterme aquí. No entiendo como a nadie se le ha ocurrido buscarme aquí.

Me encantaba esconderme, mientras más frío, oculto y oscuro esté un lugar, mejor será para mí. Mejor para desaparecer y ser yo mismo.

—¿Estás segura que no está en el camerino? —distinguí la pregunta de mi padre.

—No, ya lo he buscado por todas partes —le respondió Shirley—. Esta mierda no hubiera pasado si tú no le hubieras dicho que no eres su padre. ¿Qué diablos pasa contigo?

—Ya era momento de que lo supiera. Tiene quince.

—¿¡Ya era momento?! ¿¡Crees que se hubiera desaparecido si fuera el momento?! —exclamaba mi hermano, sonaba todo cabreado—. Nadie está listo para que le digan que toda su mera existencia fue una mentira. ¿En qué estabas pensando?

Creo que de alguna forma apagué mi audición externa y activé la interna. Escuchaba música que mis propias memorias reproducen y replicaban en mi mente un suave baile.

Fue relajante hasta que volví a ser atacado por un sentimiento de culpa otra vez. Mi corazón palpitaba rápido y sin ningún ritmo; me quité la manta que me cubría los hombros porque la tela me picaba. La oscuridad de pronto se volvió más negra y todo el pequeño espacio en donde me ocultaba se achicaba más.

The Blue Shore Donde viven las historias. Descúbrelo ahora