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Las sábanas se sienten frías, el sudor recorre mi frente mientras hago el mayor esfuerzo por dormir pero los constantes escalofríos me lo impiden.

Corro por una enorme calle con árboles a los alrededores, no hay luna en el cielo y eso me hace sentir un profundo vacío en el pecho.

El llanto de mamá me hace abrir los ojos de golpe, me incorporo lo más rápido que puedo y corro a su habitación.

Está acostada en la cama gritando el nombre de papá, tiene las manos vueltas puños, el cabello enmarañado y unas enormes ojeras cuelgan de sus párpados.

-Mamá...- voy a ella envolviéndola en un fuerte abrazo.

-¡No!- patalea -¡Aaron!

-Está bien- elevo mi tono intentando que me escuche -Está trabajando.

Su llanto se vuelve cada vez más bajo hasta que solo se escuchan pequeños sollozos.

-Emma...

-Aquí estoy- acaricio su melena dorada acostándome a su lado -Estaremos bien- beso su frente limpiando las lágrimas de sus mejillas.

-Lo siento, Emma- me mira con sus ojos hundidos en tristeza.

-No hay nada que lamentar, mamá- sonrío haciendo que ella haga una mueca.

-Los alejé de mí- habla pausadamente -No fue mi intención.

Sus palabras derriten mi corazón y cuando me doy cuenta mis mejillas están húmedas por las lágrimas que no dejan de salir.

-Eso ya no importa- pongo un mechón de cabello tras su oreja -Estamos juntas, ¿Lo ves?

-Quédate conmigo- su semblante era el de una niña pequeña, asustada por las recurrentes pesadillas que atacan la mente infantil en las noches de tormenta.

-Siempre estaré para ti- acaricio su espalda, conmovida por sus acciones.

Seguí abrazándola hasta que su respiración se volvió calmada y pausada por lo que la acomodé mejor y la arropé antes de salir, sentarme en los escalones de la cabaña y llorar.

Lloré con impotencia, el saber que lo que le sucede no es normal y gracias a eso no puede llevar una vida tranquila me rompe el corazón.

El que se culpe de todo me hace pensar en lo sola que debió sentirse todos estos años, el remordimiento y la culpa taladran en mi cabeza con fuerza, pues mientras yo disfrutaba con mis amigos y papá ella estaba sufriendo en este pueblo.

Las lágrimas siguen inundando mis mejillas con ahínco, con amargura.

Luego de un momento levanto la mirada encontrándome con el hombre de la máscara de hockey, el cual me mira fijamente mientras su respiración resuena entre los agujeros de la careta.

-Jason...- me apresuro a limpiarme las lágrimas y parar el llanto -Lo siento, ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

Silencio es lo que obtengo de su parte, creo que he comenzado a acostumbrarme a su incomunicación ya que, a pesar de que nunca me habla o se acerca, siento su presencia, sé que está aquí y eso de cierta manera logra tranquilizarme.

Sus fríos dedos recorren mi cabeza, recorriendo mi cabello de arriba a abajo.

Intento mantener la mirada en el suelo y la cabeza abajo ya que no quiero que me vea así pero un movimiento rápido de su mano empuja mi cráneo hacia atrás, haciendo que levante la cara.

Examina mi rostro con suma atención intentando averiguar no sé qué hasta que queda satisfecho.

Cierro los ojos cuando su mano recorre mis mejillas limpiando los caminos de lágrimas de hace un momento.

Notas Sangrientas [Jason Voorhees]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora