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El desayuno fue relativamente normal, charlamos un poco, reímos y pasamos un rato agradable como familia, al menos hasta que terminamos, mi madre se fue a cambiar y yo me senté a esperar que nos fuéramos, tal vez en el pueblo haya algún teléfono que pueda usar.

Me cepillé el cabello y subí a la camioneta, unos minutos mas tarde subieron papá y mamá en el asiento de piloto y copiloto.

En cuanto bajé del auto pude notar la misma tienda en la que nos detuvimos el día de ayer, era una cabaña algo pequeña con algunas repisas con revistas y periódicos en las paredes de afuera, lo cual le daba una vista un poco más acogedora.

-Vamos a comprar algunas cosas, Emma- interrumpió mi padre -¿Te quedas aquí?

-Si, voy a ver un poco el lugar.

-No te alejes demasiado- advirtió mi mamá a lo que sonreí.

-Vale- entraron a una cabaña que tenía muchas cosas de metal y fierro.

El sonido de un vehículo aproximándose me sacó de la burbuja en la que estaba, desvié la mirada y pude ver tres autobuses escolares llegando al estacionamiento de Crystal Lake, se abrieron las puertas mostrando a una mujer algo mayor.

-Bienvenidos a Crystal Lake- sonrió enormemente, lástima que fue ignorada por los demás chicos que bajaron con muecas de todo tipo menos de alegría.

Suspiré pesado, me recordaban tanto a mis compañeros.

Miré a otro lado tratando de ignorar la vergüenza ajena que me dio esa escena y pude notar una cabina telefónica por lo que me acerqué con prisa.

Era una cabina demasiado antigua, de esas que tienes que girar los números para que los marque. Sorprende que esta cosa siga en línea.

Giré los números con prisa y esperé a que el tono cesara.

1...2...3

Escuché su voz varonil y extrañada.

-¿Hola?

-¿Chris?- mi voz sonó más alegre de lo que me gustaría admitir.

-¿Emma?- sonreí al escucharlo. Ya lo extrañaba.

-La misma- solté un suspiro de alivio -No sabes por las cosas que pasé- casi podía ver su sonrisa socarrona.

-¿Qué?- preguntó irónico -¿Te atacaron las ardillas?

-Guarda tus bromas para cuando esté en frente de ti y pueda golpearte, tonto.

Su risa no se hizo de esperar.

-Así ya no tiene chiste.

-No tengo señal y si no tengo señal no puedo...- me interrumpió muy alterado.

-¡¿Ver porno?!

-A veces me pregunto cómo es que te extraño...

Luego de unos cuantos minutos de estar hablando con él y despedirme debidamente me dediqué a curiosear un poco el lugar.

Había algunas cabañas juntas haciendo alusión a los dormitorios escolares. Seguramente los usarían para revolcarse hasta quedar secos.

Negué con la cabeza cuando una voz masculina llamó mi atención.

-Los ángeles rondan los puebluchos- ruedo los ojos, fastidiada.

-Y los idiotas salen como cucarachas- una chica de cabello corto y rubio se hace presente parándose junto a nosotros. Me gana por una cabeza en altura.

Su aura llega a intimidarme un poco pero me mantengo firme mientras observo como el chico la barre con la mirada teniendo una sonrisa maliciosa en el rostro.

Notas Sangrientas [Jason Voorhees]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora