Capítulo 29

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Capítulo 29

Aurora Flecher

Me alejé de aquella puerta tan rápido como pude, teniendo la mente atestada de interrogantes y respuestas mal formuladas.

¿Con quién hablaba Lily?

¿Qué yo no sospecho nada? ¿De qué no sospecho?

Entré a la vivienda, y me hice la sorprendida.

—¡Lily! — sonreí — Pensé que te habías ido — dije.

Martínez correspondió a mi sonrisa — No, estoy esperando a Sara. Ella tuvo una visita inesperada — movió sus cejas, haciéndome entender a qué se refería.

—¡Qué mal! — miré hacia el pasillo con mala cara.

—¿Qué sucede? ¿Olvidaste algo? — inquirió Lily.

—Sí, dejé el cargador de mi celular. — respondí.

En todo momento me mantuve mirando su rostro, en busca de un gesto que me ayudara a descubrir algo.

Me trasladé hacia mi habitación y con cuidado observé cada una de las cosas.

—Aurora, me gustaría visitarlos mañana. — frunció los labios — Sabes que estamos en unos momentos muy difíciles, y no quiero que Aleph se sienta solo. Entiendo que ustedes no están para visitas ni nada, pero el muñeco de nieve me preocupa mucho. — puso una cara triste.

Fruncí el ceño.

—Lo siento Lily, sería arriesgarnos demasiado. Lo mejor es que nos estabilicemos y luego, nos visites en el destino que escojamos.

—Lo digo porque dentro de unas horas regresaré a España, y no quiero irme sin ver al ojiazul — buscó entre sus bolsillos su celular.

Tomé lo que fui a buscar en un inicio y sonreí al poner mis ojos en Lily — confío en que tendremos tiempo para compartir y hablar — puse mi mano en su hombro derecho — Salúdame a Dylan — dije refiriéndome a su novio.

Ella rio brevemente — Hablé con él ayer — agregó.

—Me alegro — asentí.

—¿Ya decidieron dónde se van a quedar? — preguntó.

—Sí — afirmé.

—Cualquier cosa, recuerda que Sara y yo estamos para lo que necesites.

—Lo sé — sonreí cansada.

Me di la vuelta y salí del lugar sintiéndome totalmente extraña.


Cristóbal Lombardi

Santo Domingo, República Dominicana.

Mis largas piernas sintieron la suavidad del terciopelo, mi rostro la claridad inconfundible del sol, y mis brazos la frialdad del espacio que se encontraba vacío a mi lado.

—Martina — susurré.

Abrí medianamente los ojos; la fuerte luz que entraba por la ventana no me permitía abrirlos por completo.

Mis cejas se unieron, siendo la muestra de mi confusión.

—¡Mar! — grité.

Llevé una de mis manos hacia mi pelo y lo revolví más.

Abandoné el cómodo colchón, las blancas y suaves sabanas y tranquilamente me situé frente al gran ventanal que me daba una bella y completa vista de la Avenida Anacaona.

La Sombra del Magnate © #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora