Aurora Flecher
Mi sueño es interrumpido cuando siento un par de grandes y frías manos en mi rostro.
-Te vas a desaparecer durmiendo - reconocí esa voz de inmediato.
Abrí los ojos lentamente, bostecé y alcé las cejas cuando vi a Alexander con traje y zapatos negros que se ajustaban de forma perfecta a su silueta. Fruncí el ceño y pregunté - ¿De dónde sacaste eso?
-Levántate de la cama, nuestro hijo nos espera - susurró secamente.
-¿Qué? - tal parece que he entendido mal.
-Nos encontraron.
Me puse las manos en los labios y respiré hondo luchando con la noticia.
¡Volvería a ver a mi hijo!
-Ahí tienes algo de ropa limpia y civilizada - señaló un espacio de la cama donde había una bolsa grande negra.
-Gracias- fue lo único que pude articular.
A mis labios llegó al salado y amargo sabor de las lágrimas. Al fin acariciaría a mi niño, vería sus bellos ojos y tocaría sus pequeñas y suaves manos.
Corrí rápidamente al baño y como pude me coloqué aquello que se me fue entregado. En lo que me aseaba y cambiaba no pude evitar ponerle atención al ruido que había afuera y en las distintas voces que se mezclaban.
-Aurora debemos irnos - Alexander tocó la puerta.
Terminé de subirme el pantalón y ajustar la blusa para después abrir la puerta del baño y encontrarme con los ojos del padre de mi hijo.
-¿Alexander?
-¿Uhum?
-¿Cómo nos encontraron? - inquirí.
-El chip que tengo implantado en el cuerpo facilitó la búsqueda - contestó.
Apreté las cejas.
Un chip.
Lo miré de reojo.
Implantado.
Giré la cabeza en su dirección.
En el cuerpo.
-¿Hace cuánto tienes ese chip? - pregunté sintiéndome entrometida.
Alexander solo me miró y no respondió.
Salí de la habitación, bajé las escaleras, recorrí la sala y finalmente abandoné aquella casa.
A mi alrededor había hombres vestidos de negro y armados, camionetas oscuras, sin mencionar que pertenecían a la última colección sacada al mercado este año.
-Quiero esa información para esta noche -oí decir a Alexander - Huellas dactilares, ropa, papeleres, lo analizan y me comunican avances y resultados.
-Sube a la camioneta - dijo el hombre con un gesto de desagrado, señalándome el vehículo que tenía al lado.
Di tres pasos y justo cuando iba a abrir una de las puertas de la camioneta, alguien abrió por mí.
-Buenos días, Sra. Walton - dijo el escolta.
Sonreí amargamente - Buenos días, gracias por abrir por mi la puerta, pero ya no soy... - fruncí el ceño ante la interrupción.
-Aléjate de mi vista - el fuerte y agradable aroma que desprendía Alexander se coló por mis fosas nasales.
-Sí señor - el joven se retiró rápidamente.
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La Sombra del Magnate © #2
Tajemnica / ThrillerLa Sombra del Magnate #2 Las inmensas y ardientes llamas de un sentimiento infernal llevaron hasta las cenizas un puro corazón. Reduciendo la luz de sus ojos hasta un mínimo rayo. Un oscuro corazón probó el sabor de la tristeza y el dolor una vez...