𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 7

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Estuvieron haciendo el amor toda la noche. Ninguno quería detenerse, Andy bromeó sobre dejar muy en claro que ella ya no era más alguien virgen. No quería que ella olvidara ese hecho.

No obstante los logró vencer el sueño y el cansancio, Meg a penas podía levantarse para ir al baño o bajar por un vaso de agua y Andy riéndose la dejaba recostada para él ir por el agua.

Meg despertó primero, a las 11:00 am. El sol entró por las cortinas de color lila y aunque le costó mover las caderas, logró sentarse al borde de la cama ahogando el gemido de dolor con los dientes apretados. Con la claridad del día notó un par de chupones entre sus piernas y luego de arrastrarlas por la alfombra hasta el baño, notó los chupones en el cuello. Dos, para ser exactos. 

Maldita sea Andy, ella pensó ideando alguna excusa para cubrirlos. O alguna mentira si eran descubiertos. Echó un vistazo hacia la puerta abierta, Andy dormía con la cara pegada a la almohada, una mano estirada hacia el lado donde ella estaba antes, mano que minutos atrás había estado amarrada a sus caderas adoloridas. Y sonrió.

Porque no pudo evitar hacerlo y por ese pequeño segundo, tan fugaz como la vida misma, Meg se permitió ser feliz. Imaginar que estaban juntos, que tenían una vida, una casa, una familia. Que él era feliz y que ella lo hacía feliz.

Duró tan poco como ella lo suponía, un pensamiento, una ilusión que se rompió cuando volvió a la cama y notó que el celular de Andy vibraba sobre la mesa de noche con el nombre de Lourie en letras grandes.

Meg se sentó al borde de la cama mirando el teléfono sin atinar a reaccionar. Eso le cayó como un balde de agua fría, cayó de boca contra la realidad otra vez. Rompiendo sus sueños como había sido desde un punto hasta entonces.

Sintió unos dedos escarbar su espalda, seguir la linea recta de su espina dorsal.

—Vuelve a la cama — una voz adormecida la llamó, Meg se giró a verlo, tenía todavía los ojos cerrados. Si ella había quedado muerta por haber recibido tanto placer, él se había cansado de darlo

—Están llamándote desde hace rato, creo — susurró Meg entregándole el teléfono.

No habían hablado, absolutamente nada. Nada de porque apareció así, nada sobre ya no podremos volver a vernos" nada de nada. Solo se habían mirado intensamente a los ojos mientras ella se movía sobre él. Solo se habían acariciado como si no hubiera día de mañana. 

Ella observó la mano de Andy a un costado, él dejó el celular sobre la mesa de noche. No contestó, no respondió y en cambio se acercó a ella y le acarició los hombros desnudos. Le besó la espalda y la barba le hizo cosquillas. La sensación la hizo estremecerse. 

—¿No le contestaste?

—No — contestó Andy. Hizo el cabello de Meg a un costado y comenzó a besarle el cuello 

—Podría ser algo importante 

Andy suspiró y se detuvo, recargó su cara en la espalda de Meg sin dejar de dibujar circulos con sus dedos sobre ella. 

—No quiero que hablemos de ella ahora — susurró — ven aquí. 

Ella giró el rostro y se encontró con el suyo cerca, Andy acortó la distancia y la besó. Meg se movió con facilidad sobre él e intensificó el beso. Las manos de Andy viajaron hasta su cintura y luego su trasero, enterró los dedos y la apretó contra su dura erección. Meg dejó escapar un gemido entre sus labios y Andy sonrió. 

El teléfono de Andy sonó de nuevo, ésta vez no era Lourie. Cuando Meg abrió los ojos con sus labios sobre Andy notó que decía Maurice. Iba a hablar pero Andy tomó su rostro y la obligó a verlo y olvidar las malditas llamadas. Pero Maurice siguió llamando, una y otra vez y la erección de Andy perdió fuerza por el estrés. Tras un suspiro lleno de frustración de ambos, Meg cayó a su lado, se tapó con las sabanas mirando el techo cuando Andy contestó molesto. 

Incondicional ━  Andy BarberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora