Capitulo 10

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Una delgada linea, sobre una delgada linea estábamos caminando Andy y yo. Habíamos pasado varios meses caminando con cuidado, las visitas a escondidas. Las miradas en la oficina. El sexo en la oficina, mi casa. Donde sea que se le ocurriera a escondidas de los demás. Comenzó a hacerse costumbre. La manera en que me miraba, la forma en que me poseía y me hablaba.

Nos movíamos entre las sombras como si fuéramos una pareja normal aunque claramente no lo éramos. 

Intentaba hacer mi vida con normalidad y había días en los que estaba bien con eso, con ser parte de su oscuridad. Con tener que fingir una sonrisa cuando Lourie iba a la oficina y se encerraban a hacer dios sabe qué. A veces ella salía ofuscada y Andy no me hablaba por varias horas. Otras, ella salía sonriente y me daba una mirada vencedora.

Cuándo pasaba eso, me metía a llorar en el baño y no salía por mucho tiempo.

Las fiestas, las reuniones todas se volvieron momentos de alguna mínima posibilidad de tener sexo. De sentirlo en mí de olvidar el dolor que me producía mantener la boca cerrada y no preguntar nada, no cuestionar. No enojarme, no hacerle escenas de celos.

No decir nada cuándo él decía que iba a dejar a Lourie y pasaban los meses y esas promesas se las llevaba el viento. No decir nada cuándo me decía lo mucho que me quería, lo mucho que me necesitaba.

Por dentro me sentía una bomba cuyo hilo quemado cada ver se acercaba al punto de explosión. A veces llorar me servía de consuelo pero una vez vuelta a la realidad, me estrellaba contra el pavimento una y otra vez. Casi no veía a mis amigas, por preferir pasar el tiempo con él, porque aunque fuera un minuto para mí era suficiente.

Me conformaba con tan poco.
Lo amaba tanto.

Ian y yo nos hicimos muy cercanos, cuándo tenía tiempo libre me invitaba a comer o a la biblioteca, leíamos y nos reíamos. Ian comenzó a ocupar un espacio importante en mi vida, porque cuándo estaba mal nos escribimos o hablábamos por teléfono. A veces en los peores casos, me iba a buscar a casa en su moto. Él no preguntaba nada, no porqué tenía los ojos hinchados, ni quién me hacía sentir así de miserable. Ian tomaba mis pedazos y los intentaba pegar, con risas con historias yo olvidaba el dolor y me sentía agradecida. Sabía que tenía un gran amigo en él, a pesar de no ser estúpida y de saber que él nunca me miraba con los mismos ojos que yo a él. Pero él jamás cuestionaba nada. Él simplemente estaba ahí.

Había llegado el día de mi cumpleaños, Andy había ido a un viaje solo por unos días. Él y Maurice en realidad y había pedido mi día libre. Organice todo para poder quedar con mis amigas, necesitaba despejarme.

Así qué cerca de las cuatro de la tarde, ya lista, salí de casa con Ian esperando afuera en su moto, se sacó el casco al verme y su pelo negro se agitó con el movimiento. Me sonrió y yo lo abracé.

—Feliz cumpleaños — me beso la mejilla y extendió una cajita pequeña con un sobre — no lo abras hasta que estés sola en casa.

Me guiñó un ojo y me miró los labios pintados de un rojo oscuro. Tenia un abrigo negro y debajo un vestido rojo con lentejuelas. Tacones negros y el pelo ondulado suelto. Esta noche íbamos a bailar toda la maldita noche.

—Te ves hermosa, por cierto — agregó sonriendo y me sonrojé sin querer. Sí, éramos amigos. Pero era guapo. No podía negar eso.

—Gracias, tú no te vez nada mal vaquero.

Ian sonrió y me ayudó a acomodarme en la moto, miré el móvil antes de partir, ni un mensaje de Andy todavía y, había estado esperando todo el día. Entrecerré los ojos y lo guarde, abracé a Ian y recosté mi cabeza en su espalda. Cerré los ojos cuándo, comenzó a andar y por un segundo me cuestione la vida que llevaba. Talvez, Karla tenía razón. Talvez era momento de tomar una decisión en mi vida. De aprovechar las oportunidades. De aceptar el amor de otro para no seguir sufriendo por algo que nunca iba a poder tener.

Incondicional ━  Andy BarberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora