Un mes más tarde, Sora y el niño fueron acomodados en una modesta casa a las afueras de Roma siendo cuidados por un guardia. Jimin se aseguraba de enviarles dinero cada cierto tiempo aún cuando no era su responsabilidad mantenerlos, pero lo hacía en memoria de su difunto hermano. En tanto, Jungkook y Jimin vivían en una acogedora villa a unas cuantas cuadras del palacio real. Con puertas de madera robusta, ventanas amplias para la época de calor, dos habitaciones pulcramente amuebladas, y un jardín trasero que era la ensoñación del omega, ahí cultivaba plantas medicinales, algunas frutas y hortalizas, así lograba entretenerse cuando Jimin pasaba las tardes en el campo de entrenamiento. A veces era muy solitario, pero por fortuna Seokjin y Namjoon vivían a unas cuantas casas a lado y siempre podía reunirse con su amigo dado que el otro alfa estaba también dentro de la guardia pretoriana.
El embarazo de Seokjin estaba avanzando favorablemente, aunque su situación, por ser un omega de sangre pura, le permitía menos preocupaciones de las que Jungkook tendría si es que quedaba en cinta. Y por esos días el joven castaño estaba por tener su celo y el miedo casi podía sentirlo flotando en el aire. Aún cuando intimaron en gran medida desde que salieron de la casa Di Genova, Jungkook seguía sin una marca en el cuello. Jimin le prometió que durante su celo, un momento especial, el uno al otro lo marcaría como su pareja para la eternidad.
Los tres días previos a la llegada de su ciclo de calor, Jungkook estaba sumido en una ansiedad sofocante, sintiendo su cuerpo calentarse por cada minúsculo roce con su pareja. Jimin era como su explosivo más potente, y se estaba esforzando sobrehumanamente para no caer y él mismo dejarse consumir por las llamas. Sin embargo, sabía que sólo era cuestión de tiempo para que su razón se uniera a su corazón y al calor de su cuerpo y se dejara caer sobre la cama, listo para recibir a su amado.
Cuando el día llegó, desde temprano Jungkook se sintió asfixiado, y la situación empeoró al ver a Jimin dejarlo para ir a entrenar. Pasarían muchas horas hasta volver a verlo y quizás Jungkook no podría soportarlo. Intentó distraer su mente en cosas cotidianas, limpió la casa, acomodó la cama muriéndose por la llegada de la noche para retozar sobre ella teniendo a Jimin entre sus piernas. Almorzó con Seokjin como acostumbraba y a esa plática se sumó Taehyung.
—¿Cómo conociste al Emperador? —Quiso saber Jungkook.
Taehyung esbozó una sonrisa.
—Él me compró creyendo que era un lobo común, un animal —le dijo—. Cuando yo tenía diecisiete años servía en una casa a pocos kilómetros de Roma, cuando los dueños se cansaron de mi decidieron venderme como un lobo.
—Aún eras un cachorro.
El joven Consorte asintió con la cabeza ante el comentario del rubio, entonces continuó.
—Hoseok se enamoró de mi lobo y me compró, así llegué aquí. Al poco tiempo me di cuenta que él no sabía que yo era un cambiaformas pues, literalmente, me ofreció un mullido cojín en el salón frente a su recámara —soltó en tono jocoso—. Al inicio un miedo profundo me rondaba dado que no sabía cuál sería su reacción al saber que yo era también humano.
—¿Cómo se enteró? —preguntó Jungkook.
—Yo solía convertirme en hombre durante las noches, estirar los músculos era muy agradable, pero una noche él me encontró. Pensé que me mandaría a matar.
—Con lo que el Emperador tiende al crimen —mencionó Seokjin en broma.
—De hecho, sí. Hoseok creyó que era un ladrón, estaba muy exaltado, y cuando quiso llamar a los guardias tuve que convertirme en ese lobo que él ya conocía. Entonces todo cobró sentido para él.
El Emperador tenía una temible reputación según se rumoraba en las calles. Un hombre fuerte, de carácter duro y un corazón blindado por una gran muralla. Pero ningún muro, ni las fortalezas custodiadas por dragones son indestructibles porque hasta el dragón puede convertirse en una mansa avecilla con la persona correcta. Hoseok sabía de esos cambios.
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Amor en la arena de Roma (Jikook)[Adap.]|Omegaverse|
RomancePark Jimin nunca perdía. En esta ocasión era diferente, ganaría por algo más que no perder su vida, lo haría para ver al pequeño sirviente de la casa de Di Genova. - Nunca has estado con un alfa -comentó Jimin. - ¿Lo dices porque no tengo una marc...