En un pueblo pequeño a varios kilómetros de Roma, capital del gran Imperio Romano, se suscitaba una pelea clandestina dentro de una casona. Un alfa de sangre pura se enfrentaba a un beta. Sus complexiones físicas eran similares, sin embargo, no así su velocidad de ataque. Park Jimin, el alfa pura sangre cuyo origen era siciliano, llegó a la Toscana, al pequeño pueblo de Grosseto, por una suerte de explorador. Siendo un joven de apenas veinte y dos años, dejó su hogar tempranamente y quiso buscar trabajo en ciudades mejores. Lastimosamente no salió tan bien como esperaba, por ello mismo se encontraba peleando contra otro hombre de modo que las apuestas que los espectadores hacían las pudiese ganar.
- ¡El ganador, Park Jimin! -gritó el hombre que organizó la pelea y las apuestas de la misma.
La pelea terminó, y Jimin ayudó a pararse a su herido contrincante. El beta parecía disgustado por perder a tal punto que rechazó el gesto del ganador. Mientras salía de la casona contando el dinero ganado, se topó con un hombre, de edad adulta y ropajes caros.
- Impresionante pelea la que diste ahí dentro -elogió.
- Gracias -murmuró sin confiarse del hombre.
- Me interesaría tenerte como mi peleador.
El alfa arqueó la ceja izquierda claramente curioso, aunque escéptico, por la situación.
- Si te interesa, te llevaría a Roma.
- ¿Un peleador en Roma? ¡Já! Hasta dónde yo sé a ellos los llaman gladiadores.
- ¿Y? Ganarías más dinero del que en este momento.
- No me interesa ser presa de los leones en el coliseo, lo lamento.
- Me lo suponía -suspiró el hombre-, los alfas son siempre tan obstinados.
Con un chasquido de sus dedos un grupo de hombres, guardias, apresaron a Jimin con fuerza y cuando quiso pelear por su libertad lo golpearon en la cabeza con fuerza, tanto que lo dejaría inconsciente. Pronto, sus manos y pies lucían grilletes de acero reforzado, un material especial para alfas dada su magnánima fuerza.
- Llévense a ese bastardo -ordenó el hombre con una mueca sombría en el rostro.
༺༻
Cuando Jimin abrió los ojos, se encontraba en una jaula sobre tablas unidas a ruedas, halado por caballos. Una cárcel portátil, tal parecía. Divisó un camino de tierra con pocos árboles a los costados, y el sol incandescente quemando su piel. A su mente llegó una pregunta muy importante: ¿cómo un alfa sangre pura, ganador de varias peleas, fue vencido con tal facilidad? Era vergonzoso admitir que su cansancio por la recién terminada pelea, y la poca importancia que le dio al hombre lo llevaron a subestimar la situación, así no reparó ni en el aroma de esos guardias ni mucho menos en su presencia.
Supuso que aún quedaba un largo camino hasta Roma, y seguramente el hombre que ahora se jactaba de ser su dueño, no le importaría lo cansado o hambriento que se encontrara. Suspiró derrotado. Tomando en cuenta que el viaje sería agotador, se recostó contra los barrotes y trató de dormir. Siendo la mejor forma de gastar el tiempo.
Y cuando abrió los ojos por los golpes en los barrotes para que despertara se encontró con la visión de un ángel de ojos miel, cabello castaño claro y labios apetitosos. Un encantador omega escondido tras una voluptuosa mujer que, por como besó a su amo, parecía ser la esposa de este.
- Vaya, un alfa sangre pura -jadeó la mujer sin pudor, recorriendo con la mirada de forma lujuriosa el cuerpo trabajado y sudado de Jimin.
- Un perfecto prospecto para gladiador.
ESTÁS LEYENDO
Amor en la arena de Roma (Jikook)[Adap.]|Omegaverse|
Roman d'amourPark Jimin nunca perdía. En esta ocasión era diferente, ganaría por algo más que no perder su vida, lo haría para ver al pequeño sirviente de la casa de Di Genova. - Nunca has estado con un alfa -comentó Jimin. - ¿Lo dices porque no tengo una marc...