La noche del domingo, Seokjin visitó a Jungkook en su recámara luego de verlo los días anteriores bastante deprimido, algo inusual en el indo omega que siempre mostraba una sonrisa en su rostro. El joven Jungkook estaba sentado en el borde de su cama, con la mirada gacha y el brillo amenazante de lágrimas queriendo salir. El rubio tomó asiento a su lado manteniendo el trémulo silencio con el que se encontró al entrar en la pequeña recámara, y cuando aquel mutismo terminó por desesperarlo, habló:
—¿Es por Jimin por quien tu rostro luce tan triste?
Y en realidad no ameritaba respuesta, era demasiado obvio que así era y el silencio de Jungkook le confirmó esa idea.
—No te rechazó porque no te quiera.
—Lo sé, pero me hubiese gustado que dijera que sí —murmuró un tanto melancólico.
—Piensa en esto. Él te lastimó sin querer en su celo, y ahora quieres pasar el tuyo con él, intimando.
—Tú mismo lo dijiste, lo hizo sin querer, no me lastimó porque lo planeara.
—¿Y cuánto tiempo te llevó darte cuenta de eso?
Muy buena apreciación. De hecho, Jungkook estuvo aterrorizado y muy disgustado, con el rencor apoderándose de cada fibra de su corazón en las primeras diez horas. Namjoon y Seokjin le ayudaron a sobrellevarlo y a entenderlo explicándole cómo era un alfa de pura sangre, y lo que aquellos mortales instintos conllevaban. Pedirle a Jimin que olvidase aquel tormento como si nunca hubiese sucedido era... ridículo, Jungkook, con su mera presencia, le recordaba el daño que le causó.
El miedo puede llevarnos a mirar con otros ojos a la mejor persona del mundo, ese mismo miedo nos enceguece y nos envuelve en una nube negra de desconfianza, como un torbellino que crece por cada lágrima temerosa que de los ojos sale, con cada ansioso pensamiento que nos lleva a la locura.
—Lo culpaste y lo odiaste en ese momento. ¿Cómo crees que se siente Jimin ahora? Yo te diré. Se culpa y se odia a sí mismo por lo que te hizo.
—No quiero que se culpe toda su vida... eso no.
—Le va a llevar un tiempo para aceptarlo. Sin embargo, creo que ninguno de los dos entiende la situación de verdad. Ni tú ni Jimin son culpables. Siendo lobos, a veces nos llevamos por nuestros impulsos y actuamos por instinto. No es nuestra culpa, y quizás sí de nuestra naturaleza, mas no por ello podemos odiarla. No porque no controles algo, porque no lo entiendas debes odiar lo que eres, al final ese odio sólo terminará matándote.
Pensar en Jimin, en lo que debió sufrir por esa noche le mataba a él también. Claro, en su momento se dejó llevar por el miedo y el disgusto, pero cuando logró ver el panorama claro se dio cuenta que su alfa no era culpable, sólo estaba en su celo, y nadie podría culparlo por no tener la fuerza suficiente para contener a su lobo interno.
—Hay algo, Jungkook, que Jimin le comentó a Namjoon acerca de sus celos anteriores y creo que debes saberlo.
Jungkook se mordisqueó el labio inferior nervioso, ansioso por escuchar aquello que Jimin seguramente no querría decirle.
—En Sicilia, cuando lo obligaban a preñar a omegas, lo hacía durante el celo del omega porque obviamente asegurará que este quede en cinta, pero utilizaban un método arcaico para desatar el celo del alfa, le daban de comer una planta que logra un efecto similar al del celo, pero es muy peligrosa porque termina desequilibrando los verdaderos ciclos de calor.
—¿Cómo...?
—Si ya en su forma normal el celo de un alfa sangre pura es peligroso, imagina lo que sucede cuando lo manipulan tantas veces que sus instintos están a flor de piel en el calor.
ESTÁS LEYENDO
Amor en la arena de Roma (Jikook)[Adap.]|Omegaverse|
RomansaPark Jimin nunca perdía. En esta ocasión era diferente, ganaría por algo más que no perder su vida, lo haría para ver al pequeño sirviente de la casa de Di Genova. - Nunca has estado con un alfa -comentó Jimin. - ¿Lo dices porque no tengo una marc...