En el palacio del Emperador, en un salón particular del ala que les pertenecía a los soberanos del imperio, hoseok estaba siendo reprendido por su esposo y el castaño era peligroso cuando la molestia sobrepasaba los límites racionales.
—¡¿Acaso crees que son mercancía?!
—No —gruñó hoseok.
—¿Y por qué los tratas así? Quisiste comprar a ese peleador y sé que fue sólo porque perdiste. ¡Eres un maldito mal perdedor!
—Basta, Taehyung, no quiero oír tus reproches.
El consorte del Emperador soltó un sonoro bufido, rodando los ojos tomó un respiro y dijo:
—¿Aún piensas en robarlo?
—No voy a robarlo, sólo pienso recuperar lo que es mío.
—No es tuyo —refunfuñó—. Tu perdiste y no puedes aceptarlo. Pero si vas a hacer tu santa voluntad, entonces hay algo que quiero de ello.
Hoseok entrecerró los ojos, preguntándose qué sucedía.
—Si vas a traer al gladiador no lo vas a tratar como un esclavo, ni mucho menos vas a ponerlo a pelear en la arena de nuevo.
—¿Qué dices? Si lo quiero es por lo que me hará ganar.
—Lo tratas como a un animal, un objeto de tu propiedad..., dime, ¿a mi me ves igual... porque soy un omega? Si es así, quizás debiste decírmelo antes de que aceptara casarme contigo.
Taehyung lucía triste, decepcionado de la actitud que tomó su esposo contra su especie. Cuando se conocieron siempre creyó que el duro corazón del Emperador podía ablandarse, algo que le demostró conforme lo cortejaba e incluso con su matrimonio, pero nunca dejó de utilizar a los lobos para su éxito personal, y ahora estaba ya harto de eso.
—No, Tae...
—Hazlo por mi, sólo eso... —pidió con traicioneras lágrimas bajando por sus ojos.
—Esta bien —concedió tras un suspiro.
—Y... quiero algo más. Hay otro peleador ahí, su nombre es Namjoon, quiero que lo traigas, y junto a ellos a sus omegas.
—¿Por qué? —se atrevió a preguntar intentando no hacer enojar a su esposo.
—Ellos están enlazados, si lo separas podrían morir.
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El amo de la casa entró en el salón donde un par de esclavos trabajaban, ahí encontró a quien buscaba tanto con la mirada. Sora estaba limpiando las cortinas al tiempo que vigilaba a su hijo. Se acercó a pasos parsimoniosos hasta ella y llamó su atención tocándole el hombro.
—Eres una esclava comprometida —comentó el hombre con tono meloso.
—Gracias, Señor.
—¿Estás cómoda aquí en Roma?
La mujer sonrió de medio lado y le contestó:
—Muy feliz, gracias.
—He oído que conocías de hace tiempo a uno de mis gladiadores, Jimin.
—Sí, nos conocimos cuando pertenecíamos a una casa de Sicilia.
—Sé que eras procreadora allá, ¿no es así?
Sora pareció algo rígida ante la mención de tan denigrante trabajo, sus ojos se ocultaron bajo sus espesas pestañas, y sus labios se fruncieron poco denotando el poco agrado que sentía por el tema.
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Amor en la arena de Roma (Jikook)[Adap.]|Omegaverse|
RomancePark Jimin nunca perdía. En esta ocasión era diferente, ganaría por algo más que no perder su vida, lo haría para ver al pequeño sirviente de la casa de Di Genova. - Nunca has estado con un alfa -comentó Jimin. - ¿Lo dices porque no tengo una marc...