Vio salir a su omega acompañado del Emperador, ambos parecían entablar una inusual amena charla, para lo poco o nada que se conocían, y creyó que debería hablar con Jungkook sobre toda la tormenta que su, ahora, hermano le contó, aquellas dudas sembradas y que cobraban sentido. Pero no quería interrumpir, así que se dirigió a la cabaña donde Sora a esas horas estaría desayunando con el niño. Su garganta sintió un tirón y cómo la bilis le subía a la boca. No sabía toda la verdad y no sabía si lo que intuía Taehyung era cierto o no, pero su corazón empujaba su disgusto por ser manipulado más allá de la duda. Se sentía como un muñeco de trapo siendo cargado por una niña mimada que no sabía cuando parar, aún si el muñeco tenía las piernas rotas, aún si quería ir a otros brazos donde sus heridas se arreglarían, ella no lo permitía porque estaba obsesionada con un juguete que quizás nunca le perteneció.
Divisó a JiHyun corretear entre el pasto, restregando su cuerpo contra el piso en su forma de lobo, y entonces lo vio, aquella marca que poseía su difunto hermano y que pasó a la siguiente generación. Jimin se tragó la bilis y entró.
Sora estaba con una escoba en la mano, limpiando el escaso polvo que había en el piso, y al escuchar los pasos de Jimin elevó el rostro sonriente, feliz de ver al alfa.
—Jimin, ¿de nuevo por aquí? —preguntó coqueta.
—Necesito que me expliques lo que sucede.
Ella lo miró con extrañeza, confundida, y por un segundo
Jimin quiso creer que ella no era consiente de lo que al alfa inquietaba.—¿Qué debo explicarte?
—El porqué me dijiste que JiHyun es mi hijo cuando no es así.
No, ella lo sabía, era plenamente consiente de ello, y lo demostró con la rigidez que atrapó a su cuerpo en un abrazo mortal, y el nerviosismo que hicieron temblar sus labios. Jimin gruñó desde dentro. Por alguna razón, él esperó ferviente que ella... ¿Acaso esperaba realmente estar ligado a esa mujer por medio de JiHyun? No, pero le hizo mucha ilusión conocer a uno de sus hijos, aquellos desdichados cachorros que fueron vendidos como un juguete para los burgueses romanos. Almas tan despiadadas para jugar con una criatura así, pero así eran los humanos, y Jimin se sintió bendecido de ser un lobo, pues, aunque él era un animal, jamás se compararía con la monstruosidad creada y a la que llamaron humanos.
—¿De qué hablas? JiHyun es tu hijo, tu mismo lo has visto, es idéntico a ti.
Y ese era un alegato ridículo.
—Él es idéntico a mi hermano, no a mi —le dijo entre dientes—. Conociste a JiSung, mi hermano gemelo.
Sora torció los labios pareciendo molesta al oír el nombre del padre de su hijo.
—JiHyun es su hijo.
—Eso, eso no...
—Lo sé todo —le dijo, aunque eso pudiese pecar de mentiroso pues le quedaban aún más dudas que solventar—. Cuando me marché de Sicilia te encontraste con él.
—Creí que eras tú, y cuando vi esa horrenda herida en el rostro pensé que te lastimaron en una pelea.
—Pero hablaste con él, intimaste con él, y eso debió decirte que no era yo.
—Lo supe pronto, cuando intenté ayudarlo y el quiso cortejarme de la forma más corriente —bisbiseó ella, enseñando una mueca de disgusto—. Él era tu opuesto a pesar del físico idéntico. JiSung era tan desinhibido, poco caballeroso y con un vocabulario cual si fuera un marino, y... él me quería.
Esa bien podría ser la diferencia más grande y ambos eran conscientes. Jimin nunca quiso a Sora como ella a él, nunca llegó a verla como algo más que una infortunada compañera para su calor.
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Amor en la arena de Roma (Jikook)[Adap.]|Omegaverse|
RomansaPark Jimin nunca perdía. En esta ocasión era diferente, ganaría por algo más que no perder su vida, lo haría para ver al pequeño sirviente de la casa de Di Genova. - Nunca has estado con un alfa -comentó Jimin. - ¿Lo dices porque no tengo una marc...