Culpa

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En el momento menos esperado la vida se vuelve gris.


Kaori se había suicidado, no le había dado tiempo a Takashi de despedirse de  él, con un efusivo adiós.

Takashi colapsó, el impacto de su muerte lo hizo desmayarse, fue auxiliado por la gente que estaba cerca del parque de diversiones, dentro de la ambulancia reaccionó.

Quería imaginar que había sido una pesadilla, o sólo el efecto de todo lo que había consumido en esos últimos días, buscó su teléfono y la última llamada era la de ella.

Takashi le rogó a los paramédicos que lo dejaran ir, que ya estaba bien, que solamente había sido un desmayo sin importancia, que quizás había sido por no comer nada en todo el día.

Y cómo un animal perdido que busca el camino a su hogar, sus pasos desesperados lo llevaron de vuelta a ese lugar.

Caminar era una acción que no estaba controlando, su mente estaba en otro plano y sus ojos amenazaban con llorar, pero Takashi tenía que llegar ahí, debía verla, aún guardaba la esperanza de que hubiese sido una mentira, una pesadilla, tenía la fe de que despertaría de ese mal sueño.

Después de mil calles, de cruzarse sin ver el semáforo, de casi ser atropellado, al fin había llegado, con el corazón acelerado, con el alma en la mano.

La puerta estaba cerrada, buscó en sus bolsillos la llave para entrar y sin importarle nada más entró.

Kaori no estaba enla sala, ni tampoco en la cocina, la habitación que compartían era lo único que le faltaba revisar.

Se acercó a la puerta asustado y la abrió, el sentimiento era el mismo a cuando de niños le tememos al monstruo en el clóset.

El cuerpo de Takashi no dejaba de temblar, sus manos estaban frías y sudadas, su respiración acelerada pero juntando todas sus fuerzas al fin entró.

No era una pesadilla, no había sido un sueño ni una alucinación, la escena era grotesca, sacada de una película de horror, su cuerpo estaba sobre la cama, la sangre cubría las sábanas y la pared, el arma estaba tirada en el suelo.

Takashi se quedó paralizado, no tenía idea de como reaccionar y su cuerpo tampoco respondía, quería llorar, pero no podía hacerlo y otra vez, estaba de rodillas en el suelo.

Su mirada estaba perdida en el cuerpo de Kaori que yacía muerto, su corazón estrujado no lo dejaba respirar, estaba asfixiandose.

Quería llamar a alguien, esa situación era abrumadora para él, estaba solo, pero no tenía a quien a llamar, a todos sus amigos los había alejado y sus padres entrarían en pánico si los llamaba.

Tomó el teléfono y le marcó a Ken, él era la única persona que sabía que le contestaría aunque hubieran peleado.

El teléfono sonó y en el último segundo antes de caer al buzón, Ken respondió.

— ¿Qué quieres Mitsuya? — Ken no tenía ningún ánimo de escucharlo.

Ayúdame Draken, por favor. —  las lágrimas al fin se hicieron presentes y se convirtieron en un llanto que salía sin freno.

— ¿Dónde estás? — el tono de voz de Draken cambió de inmediato, estaba preocupado.

En el apartamento de Kaori. — hablar era más difícil, estaba asfixiado con el nudo en su garganta.

Voy en camino, no te muevas de ahí.

Pero no era como si pudiera moverse, o hacer algo más que continuar de rodillas en el suelo, minetras lloraba sin parar.

En otro universo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora