Capítulo 1

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Un nuevo día, una nueva mañana, un nuevo amanecer

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Un nuevo día, una nueva mañana, un nuevo amanecer. Me encuentro viendo como el sol sale para darle la bienvenida a octubre; ver cómo el sol se asoma, para luego esconderse es algo que me ha fascinado desde pequeña; son mi parte favorita del día acompañada con una taza de chocolate.

Tomar chocolate y ver hacía el horizonte, son una perfecta combinacion, para comenzar un nuevo día, muchos acostumbran despertarse y tomar café, en cambio yo prefiero sustituirlo por una taza de un rico chocolate.

Desde que tengo uso de razón suelo tomarlo por las mañanas, incluso cuando crecía dentro de mi madre, papá siempre dice que el único antojo de mamá durante el embarazo fue chocolate y fresas. Lo curioso del asunto es que a mí madre jamás le llegaron a gustar ninguno de los dos, ni antes y mucho menos después del embarazo, las aborrecía.

Pero bueno, son misterios de embarazadas.

— Te va a dar diabetes por tanto tomar chocolate, te lo he dicho muchas veces, controla esas ganas tuyas de comer tantos dulces y más por la mañana—supiera, lo siento moverse por la cocina—no hay peor enfermedad que esa, solo cuidate mi niña—besa mi coronilla, para los dos ver por la ventana.

—Es imposible hacer eso, mi necesidad por el chocolate en las mañanas es como la tuya por el café— sonrió viéndolo sorber de su taza de café, una que tiene unas letras grabadas que dice "Nadie me detiene, soy el mejor"

— Con el café no te metas—me ve tratando de hacerse el ofendido— mejor te dejo tranquila, tú no te metes con mi café y yo no hablo de chocolate— se voltea y empieza a caminar fuera de la cocina.

Muevo la cabeza negando el comportamiento infantil de mi padre, se comporta como un niño, pero en los negocios es todo un megalodón con intenciones de acabar con todos.

Dejo atrás la vista, para colocar la taza en el lavavajillas para posteriormente hacer un suculento desayuno que va a dejar a mi padre con ganas de repetir, es sarcasmo ok, todo se me quema y el pollo me queda crudo. En cuestiones gastronómicas soy lo peor que puede existir, lo mejor que me puede salir es un cereal con leche o una ensalada de frutas, que es justamente lo que voy a preparar en este momento.

Cuando estoy sirviendo en los platos, escucho a mi padre bajar las escaleras, el olor de su fragancia es lo primero que llega a mí.

—Papá, ya el desayuno está servido junto con el vaso de leche de todos los días— se sienta y ve lo que he servido, su cara es todo un poema.

Empieza a degustar su desayuno sin decir una palabra, veo cada uno de sus movimientos, unas grandes ganas de reír me atraviesan.

—Maxine, creo que voy a vivir con tu hermano— dice seriamente, mientras termina el último trozo de manzana que tenía en su plato yo suelto la risa que quería soltar desde hace un momento— necesito tocino en el desayuno, carne, proteínas, algo con más grasas, nada de frutas!— rio a carcajadas por las expresiones que hace mientras habla— no te rías, creo que he bajado diez kilos desde que tú hermano se mudó con Dasha.

Bajo del taburete de la cocina para recoger los platos

— Que dramático eres papá, hablando de Dean. Hoy no voy a ir a la empresa porque tú querido hijo necesita de mis servicos.

—Él ya me lo había dicho , yo me voy porque se me hace tarde. Te amo hija, aprovecha y dile a tu hermano que te enseñe algo del arte culinario.

—No te haré más el desayuno— grito en el momento que él sale a toda marcha.

— ¡Gracias a Dios!— devuelve gritando.

Luego de dejar la cocina limpia, subo a mi habitación para alistarme e ir al restaurante de mi hermano. Sí, Dean tiene un gran restaurante, su sueño desde que tenía quince años. Es un dios en la cocina, pero en lo números es lo peor que puede existir, por ello tengo que ir hoy al restaurante, para ayudarlo con las cuentas.

•••

Ya lista con un vestido negro pegado al cuerpo y unos tacones punta fina rojo, subo a mi auto para emprender rumbo al restaurante, me coloco los lentes para cubrir mis ojos del sol, que como de costumbre brilla más que nunca a estas horas de la mañana en Los Ángeles.

Después de unos cortos diez minutos me encuentro llegando, varias personas entran por las puertas dobles del restaurante. Noto que la mañana está un poco movida, estaciono, agarro mi cartera y bajo del auto de un salto, acomodando mi vestido.

Entro al local, el ruido de los comensales inunda mi sentido auditivo, el chocar de los cubierto, las risas y platicas amenas que mantienen otros. Hoy las personas amanecieron felices sin duda alguna.

Sonrío, orgullosa de los logros de mi hermano, sé que este apenas es un comienzo para él.

Saludo a la mujer de la entrada que me devuelve el saludo cortés. A lo lejos veo a Dean con su vestimenta habitual –la filipina blanca y un pico de cuello igualmente del mismo color–, mientras habla gustosamente con varias personas, en ese momento voltea con una ancha sonrisa y nota mi presencia, le hago señas que estaré en el despacho, pero él niega y me llama para que me acerque haciendo movimientos con las manos.

Camino y siento que varias personas notan mi presencia, desde hace un tiempo me he dejado de sentir intimidada por las miradas de la gente, ahora cuando me ven voltean rápidamente a mí y eso simplemente hace que mi ego se inche porque se lo que causo al pasar por los lugares, pero precisamente en este momento me siento incómoda cuando en la mesa donde se encuentra mi hermano hablando, cinco pares de ojos voltean a verme; de esos cinco pares de ojos solo reconozco a unos ojos azules celeste que son de Dasha, mi cuñada.

—Buenos días— saludo con educación.

—Hermana, por fin es un gusto poder presentarte a la familia de Dasha— estira su mano para señalar a cada uno—Sus padres, Larissa y Dimitri Nóvikov, los gemelos Alexander y Alexey—todos son iguales, a parte de los gemelos, todos parecen tener los mismos genes, ojos azules y rubios, el padre es el único que tiene rasgos más fuertes y el cabello más oscuro causando así un porte intimidante junto con una profunda mirada que causa miedo. La señora Larissa en cambio, tiene una mirada dulce, como la de Dasha, la cual transmite comodidad y serenidad.

—Un placer conocerlos a todos—estiró mi mano hacia la matriarca de la familia— mi nombre es Maxi...

—Disculpen la demora—interrumpe una potente y letal voz de una persona desconocida evitando así mi presentación.

No hay nada peor que ser interrumpido.

No son grandes los cambios, pero si necesarios.

Los voy a ir subiendo de a poco, porque aún me faltan capítulos por terminar.

Mi RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora