Capítulo 9

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Maxine Durand.

Llegar al cielo y tocarlo con las manos puede ser una fantasía que nadie conoce, pero yo puedo asegurar al cien porciento que estoy en el cielo, este lugar se siente cálido y en paz.

Sus brazos me producen esa sensación de tranquilidad que parecía extinta en mí, es algo inexplicable que me llevaría mucho tiempo expresar.

Solo tengo que decir al respecto, que se siente bien estar aquí; mentira, mucho más que bien. Esa simple palabra tiene poco significado al sentimiento que estoy viviendo.

Es que, simplemente no hallo las palabras correctas para describir mis emociones,de hecho siempre he sido pésima para eso, pero hoy y en este instante, me deja sin palabras y las que encuentre no bastarán y se quedarán cortas.

Esto va más allá de lo carnal y el deseo.

Lo sé y asusta.

Me aterra en grandes medidas.

Las palabras que dijo se repiten en mi mente con una secuencia constante “Mi mujer, solo mía”. No son las palabras, si no la forma tan firme en que las dijo que hace que mi mente piense demás y la posesividad que empleó me deja sobre pensando.

— No me gusta las caras que estás haciendo— su voz ronca me distrae y levanto la mirada, su expresión está relajada— Me siento en peligro, tienes cara de querer matar a alguien.

Rio bajo y Alek me da esa sonrisa matadora, se me olvidaba que era demasiado expresiva.

— No soy una asesina, el solo echo de pensarlo me produce pánico— quita su sonrisa y me atrae más hacia su cuerpo, me apoyo en su pecho dónde se posiciona el corazón.

— Quisiera tenerte así, todos los días de mi vida— me da un beso en la coronilla, cierro los ojos y disfruto de esta sensación.

Que pase lo que tenga que pasar.

Tengo que dejar de pensar en todo y dejarme llevar. Me digo.

No sé a dónde me llevará este camino, no conozco el final de su largo trecho, sin embargo estoy segura que su camino tiene grandes piedras que se pondrán y dificultarán la travesía haciéndola fatídica.

Cuando llegue al final no quedará nada de mí. Otro pensamiento que surca mi cabeza.

— Maxine— vuelvo de mi viaje astral— ¿En que tanto piensas ?

Habla con voz calmada como si tratara de tantear el terreno, con miedo a que explote.

— Solo divagaciones— me vuelvo y le acaricio los abdominales, esos que están marcados y firmes. Me pregunto cuántas horas al día pasará en el gimnasio. Para tener un cuerpo así se necesita de bastante trabajo y disciplina.

— Me preocupan esas divagaciones— el imita mis movimientos, comienza a acariciar mi espalda de una manera tan delicada que hace mi cuerpo estremecer, su caricia es igual a la de una persona que toca una muñeca de porcelana. Quiere admirar la figura pero es más grande las ganas de tocarla que lo sobrepasan y al hacerlo la acaricia con gran delicadeza temiendo que se rompa con el movimiento de sus dedos.

— No son nada del otro mundo, solo cosas sin interés— suelto una sonrisa pequeña para sustentar mi argumento y calmarlo.

Trato de creerme esas palabras, que las cosas que estaba pensando hace un momento no eran de gran importancia y solo son pequeñeces sin peso.

— Se que no vas a querer quedarte, pero quiero decirlo— su voz es anhelante—¿Quieres pasar la noche aquí, conmigo?

¿Debería? ¿Quiero hacerlo?

Mi RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora