CAPÍTULO 14

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Me encontraba incorporada en una postura sentada y recta

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Me encontraba incorporada en una postura sentada y recta. En mi mano derecha tenía colocado unos dedales, indican si la persona esta sudando, y en mi brazo izquierdo, en el biceps, tenía puesto un brazalete para medir la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Por debajo del camisón estaba envuelta a unos neumógrafos, para medir la frecuencia respiratoria.

La hice un gesto a la psicóloga para que se relajara y la lancé una mirada  que podía intuir que decía que no la cagara. Tras esto, Laeddis entra en la habitación y se sienta en una silla de metal a mi derecha.

–Comencemos. –dice Laeddis.

–Di tu nombre y apellidos al polígrafo. –dice calmada.

–Pero psicóloga, si ya los sabes. –digo con un tono de burla. Laeddis me lanza una mirada asesina y asiento. –Cassandra Benedetti. –digo soltando un suspiro.

–¿Qué pasó el otro día en la sala de artefactos?, ¿Por que estaba Bruno Caccini tirado en el suelo inconsciente? –pregunta la psicóloga nerviosa.

Lo único que tenía en mi mente en ese momento era mentir, mentir y volver a mentir. Si me descubrían me quedaría en esta habitación bajo observación para siempre, así que en este momento tenía que saber jugar bien mis cartas o perdería para siempre.

Suspiro.

–Bruno y yo habíamos discutido porque en la última clase estuvimos lanzando cuchillos y Bruno me ganó. Yo me enfadé mucho porque me había estado restregando todo el rato por la cara que me había ganado y que yo era una mierda. Tenía toda la ira a flor de piel, y por la noche, siguiendo sus movimientos y sabiendo que se iría a duchar le esperé para atacarlo. Mi intención no era matarlo ni mucho menos, quería solamente que se disculpara. No tenía intención siquiera de hacerle daño, quería hablar con él. Pero cuando le lleve a la sala de artefactos, el empezó a gritarme y me dijo que no valía para nada, entonces me cabreé. De tanto gritar perdió las fuerzas y se desmayó, y yo, que me iba a ir, solo llegué a abrir la puerta cuando me empezó a entrar el miedo. No quería que le pasara nada entonces empece a gritar y a pedir ayuda y cuando me di cuenta estaba aquí tumbada. Más tarde...

Contaba lo que estaba pasando tan segura de mi misma que incluso yo me creía mis mentiras. La psicóloga estaba alucinando, ella sabía que mentía pero incluso se la notaba que dudaba de si estaba diciendo mentiras o toda la verdad. No tenía un problema, tenia un puto Don para mentir y manipular, y era algo de lo que yo estaba orgullosa. En cambio Laeddis estaba sentado en la silla sin ninguna expresión en la cara formando un silencio rotundo.

Mentía, mentía y seguía mintiendo, hasta que la psicóloga dijo la última palabra.

–Ya esta bien por hoy. Descansa.

Me desconectó del polígrafo y me cerraron la puerta cuando salieron. Cerré los ojos y caí dormida.

***

En el punto de mira©️ (ongoing)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora