7. Separación

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Era temprano la mañana siguiente, justo antes del alba, ambos saciados por una tierna sesión de amor, cuando él perdió los vestigios de su cordura.

"Eres feliz aquí."

"Lo soy. Más feliz de lo que lo he sido en mucho tiempo." Ella acarició con una dulce mano el lado de su rostro y suspiró. "¿Por qué? ¿Ya es hora? ¿Vas a pedirme que me marche ahora?"

"Al contrario. Voy a pedirte que te quedes."

"¿Quedarme?"

"Aquí. Quedarte. Aquí en el bosque. Hacer tu vida conmigo." Sus ojos eran intensos, llenos de una emoción poderosa, indistinta.

Ella parpadeó. Lo miró al rostro. Sintió el corazón apretarse con anhelo y temor. "Yo, yo, no estoy segura de poder."

Y una cortina cayó sobre los rasgos de él, borrando al instante la emoción, como si nunca hubiera estado presente. "Lo que digas."

"¿Severus?"

"Espero que tu viaje a casa sea agradable."

"¿Podemos hablar de esto?"

"Te lo aseguro, no hay nada más que hablar. O deseas quedarte, o no lo haces."

"Sí deseo hacerlo. Simplemente no es factible. Tengo una vida en Londres."

"Entonces es mejor que regreses a ella, ¿no?

"¿Quieres que me marche ahora?"

"Si es conveniente."

"No, no es conveniente. No puedes simplemente dejar caer una bomba así sobre mí y ponerte petulante como un niño cuando no caigo al instante en tus planes."

"No soy petulante como un niño."

"Bueno, estás actuando como uno."

El rostro de él se ensombreció, volviéndolo menos su amante, y más el maestro de pociones de su recuerdo. "Deberías marcharte ahora." La oscuridad estaba surgiendo en su interior, inundando su sistema como una droga familiar. Se marcharía ahora, antes de lastimarla.

Hermione apretó los dientes. "Deja de tratar de echarme sólo porque estamos teniendo una maldita discusión. Deja de ser un niño, y resuélvelo conmigo, tonto del culo."

"Si no te marchas tú entonces debo hacerlo yo." Él se giró velozmente, y se movió para salir de la habitación.

"Oh, no lo hagas."

Él vio el movimiento de ella por el rabillo del ojo, esperó que intentara bloquear su progreso fuera de la habitación. Esperaba que ella enfrentara su ira con la suya propia. Pero en lugar de bloquearlo, ella envolvió los brazos a su alrededor, y lo abrazó como si le fuera la vida en ello. El consuelo de ello, la pura resonancia de su cuerpo abrazando el suyo, lo sacó de su oscuridad, lo trajo tentativamente de regreso a la orilla de su razón. Sin darse cuenta suspiró y se apoyó en ella.

"Por favor. No te alejes de mí, Severus."

Su propia voz, se percató, llevaba más pesar que ira.

"Pero, ¿qué sentido tiene? Si no quieres quedarte, ¿por qué deberíamos alargarlo?"

"No tenemos que alargarlo, Severus. Pero no podemos dejar que termine así, ¿vale? Este tiempo maravilloso... merece un final mejor. Ambos merecemos un final mejor, ¿no?"

En brazos de ella, sintió la siguiente ola de su cordura regresando. Tenía razón. Merecían lo mejor. Ambos lo hacían. Y con esa admisión llegó la vergüenza. Había jodido todo el asunto.

Él le acarició el cabello, comprendió por su lenguaje corporal que ella sabía que había regresado. "Vaya Slytherin, yo. Manejando todo el maldito asunto sin una onza de sutileza."

Él sintió el giro de sus labios en una sonrisa. "Podría regalarte una bufanda Gryffindor..."

"Eso es insultante."

Ella rio, sólo parcialmente porque sabía que era lo que él había esperado. Entonces suspiró. "Lo que debería haber dicho es que no es que no quiera quedarme, Severus. Realmente lo hago. Pero mi vida está en Londres. No puedo desarraigarla de la noche a la mañana. Y..."

"Y te asusté con mi intensidad."

"No. En realidad no lo hiciste. Creo que me asusté con mi intensidad. Se supone que la gente ordinaria no se enamora tan rápidamente, ¿verdad?"

Él se giró para encararla, envolvió los brazos a su alrededor, y la estrechó. "Temo que mi conocimiento de las complejidades del amor deja mucho que desear. Pero, ¿cuándo, me pregunto, ha sido ordinario cualquiera de nosotros?"

Ella enterró el rostro en su pecho. "Nunca."

"Pero, ¿estás segura? Segura de que no puedes quedarte conmigo."

"Lo estoy."

Con un esfuerzo hercúleo, él forzó a su sonrisa a subir hasta sus ojos. "Entonces atesoremos estos últimos días que tenemos juntos."

*********

Él había pensado que los días adicionales juntos mejorarían la situación, harían su separación más fácil. Pero no lo habían hecho. En cambio, cayó sobre ellos tan pesadamente como una manta empapada.

Él había sentido la inevitabilidad de su partida de modo penetrante. ¿Cómo regresaría a su vida sencilla sin ella para hacerla vibrar? ¿Cómo dormiría en su cama sin el suave resoplar de su aliento a su lado?

¿Y Granger? Ella había sufrido aún más. Porque sabía que la decisión estaba en sus propias manos, y aun así, estaba infligiéndoles este dolor a ambos. Él sospechaba que se había visto lanzada a un asalto renovado de dolor por su difunto marido por el dilema emocional, y cada día había contenido menos risas y más lágrimas que el anterior. Y al final, aunque él no podía alegrarse de su separación, había, al menos, comprendido que su momento no podía ser ahora.

El Peso de la MemoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora