11. Lo Que Recordamos

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Hermione entró en la habitación y asintió hacia Harry.

"Está bien, Harry. Puedes soltarlo."

Harry miró el rostro de Hermione. Lloroso. Sombrío. Obviamente todavía enojado... pero asentado. Cualquier otra cosa que estuviera sintiendo, Harry se percató que volvía a ser ella misma de un modo que no lo había sido en la semana desde su loco descubrimiento. A partir de eso, pudo conjeturar que lo que fuera que había sucedido entre Hermione y el Profesor, la interacción sexual había sido consensual.

Aliviado, conjuró un impervio de fuerza industrial sobre su persona, y liberó los seis hechizos (dos más de los que empleaba en un sospechoso típico) que incluso ahora apenas contenían a Snape. El profesor, una vez liberado, efectuó con gran diligencia un hechizo de picazón bastante desagradable en su dirección, pero Harry pensó que poco entusiasta en el mejor de los casos. Después de todo, los ojos del hombre habían estado, y todavía estaban, fijos en Hermione como un hombre famélico mirando fijamente un helado de chocolate. Ya que la mirada lo hacía sentirse sólo un poquito... incómodo, Harry se aclaró la garganta sonoramente.

Ninguno de ellos lo miró. En este momento, era, Harry se percató, no deseado en absoluto.

"Vale. Así que, entonces, supongo que iré... ¿a sentarme en el porche delantero un rato?" sugirió esperanzado.

Todavía mirando a Hermione, Snape gruñó. "Váyase más lejos, Potter."

Harry observó la boca de Hermione torcerse en las comisuras. "Sí, Harry," dijo ella, sonando decidida. "Estoy... a salvo aquí. ¿Por qué no vas al pueblo y almuerzas bien? Tengo tu móvil si te necesito."

"Seguirás el protocolo."

Hermione asintió, "Si eso hace que estés más cómodo, lo haré."

"Lo haría, sí." Se volvió a encarar a Snape. "Bueno, Profesor, le aseguro que fue agradable volver a verlo."

"El sentimiento no es mutuo, Potter. Váyase."

Harry no pudo evitar sonreír ampliamente. "Me marcho. Bueno, de cualquier modo, buenos días."

"Gracias, Harry," dijo Hermione.

Y entonces, se quedaron solos.

*********

"¿Protocolo?"

"Llamarlo al móvil en una hora, para hacerle saber que no estoy en peligro."

"Lo que sabes que no estás."

"Lo que sé que no estoy. Pero me libré de él, ¿no?"

Ya que eso, al menos, era obvio, no se molestó en responder. Se concentró en cambio en el corazón del asunto. Ella había estado con el pensadero menos de un cuarto de hora. "Tus recuerdos... No podrías haber observado dos semanas enteras."

"No lo hice."

"¿Observaste uno, y dedujiste el resto?"

Ella sacudió la cabeza.

Él asintió. Ni lo haría él, en su lugar. "Los reabsorbiste todos, entonces."

"Los escaneé, primero, me aseguré de que no estaban alterados..."

"No lo estaban."

"No lo estaban. Me aseguré de que eran míos..."

"Lo eran."

"Lo eran. Y entonces... los reabsorbí."

"Dos semanas de recuerdos a la vez. Tu dolor de cabeza debe ser... significativo."

El Peso de la MemoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora