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5 de enero de 1939

Tras la larga noche, cada uno durmió en su respectivo cuarto.
Caesar no lograba recordar nada, tenía una Memoria borrosa de lo que había pasado anoche.
Joseph evitaba abordar el tema.
Siendo sincero, le había gustado haber tenido la oportunidad de acariciar sus cabellos y abrazarlo.
El placer que sentía al poder reconfortarlo era inimaginable.
Ojalá hubiera durado más, quería tener en sus brazos a la persona que amaba por más tiempo, era una sensación que anhelaba con todo su corazón.
Un sentimiento vacío le recorría por el cuerpo tan sólo pensar que era probable que nunca se le declare, con el miedo que tenía nunca lograría nada.

El profundo miedo que tenía al ser brutalmente juzgado lo consumía cada mañana.
Cuanto anhelaba un fúturo donde no lo juzgarían de tal manera...

Joseph estaba de suerte, ya que se evitaría los encuentros incómodos con Caesar, ya que éste no recordaba nada más que un recuerdo borroso de alguien recogiendolo.
Asumió que Joseph lo había ido a buscar y que simplemente lo dejó en su cuarto.

La tarde continuó como si nada, no hubo problemas ni incómodos momentos entre los dos.

Al llegar la noche, Joseph se encontraba en su cama, cambiándose de ropa, en una de sus tantas crisis.
No quería admitirlo, se negaba rotundamente a admitir su lado delicado.
"Sí, me gusta un hombre, pero, ¿Tendré que pintarme los labios, udar vestido y actuar afeminadamente?"
"Llorar me hace ver como un idiota, debo dejar de mostrar mis sentimientos y ser un hombre"

Si tan sólo fuera normal, si tan sólo esa persona fuera una chica...
Sus llantos eran silenciosos, no quería que nadie viera ese lado de él.
Tenía que esconderlo cómo un preciado tesoro.

Miraba su cuerpo de reojo  delante de un espejo de cuerpo entero.

¿Si tuviera pechos, una cintura más marcada y menos músculos, le gustaré a él?”

Ese tipo de preguntas merodeaban por su cabeza, arrepintiendose de quién era y de cómo era.
Finalmente, cayó rendido en su cama, estaba cansado y quería descansar un rato.

Por otro lado, Caesar tomaba unas pastillas para el dolor de cabeza.
Caesar era un hombre heterosexual, cristiano y la homosexualidad para él era algo imperdonable.
Caesar era un chico que salía con mujeres hermosas, las chicas estaban locas por él.
Pero, ¿Realmente coqueteaba con mujeres porque quería? ¿O era tan sólo porque la sociedad se lo imponía?
Caesar -aunque no lo mostrara- era un chico bastante delicado.
Las palabras de personas que admiraba o simplemente les tenía cariño realmente le afectaban.
Sin notarlo, él buscaba a alguien que remplazara la figura de su padre, alguien que llene ese vacío que tenía.
Por tanto tiempo había pensado que su padre era un miserable, egoísta, infeliz, etc.
Pero tal vez lo abandonó porque no era el hijo que él quería, tal vez lo abandonó porque no era suficientemente bueno.
Tal vez lo abandonó porque no lo quería.
Nadie lo logrará amar por cómo es, podrá enamorar a las chicas por su apariencia, pero ¿Alguna vez, alguien logrará amarlo sin importar qué?

No podía evitar sentirse culpable por todo lo que ha hecho, estaba enfadado comsigo mismo por todo lo que ha hecho.

Su mente era cómo un incendio forestal, él era el fuego, él era el bosque y a la vez era la persona viendo cómo el fuego consume todo a su paso.

¿Realmente le gustaban las mujeres, realmente era heterosexual o simplemente salía con mujeres porque era lo correcto?
¿Si no soy un chico apuesto, quién soy?
¿Soy acaso un egoísta por odiar a mi padre por lo que ha hecho?
No... Él no debió haber hecho eso, pero tal vez lo hizo porque no hayaba otra opción.
¿Quién soy yo para criticar? Estoy en el mismo estado que mi padre.
¿A quién amo? ¿A quién odio?
¿Por qué debí nacer?
¿Por qué amar a una persona de tu mismo sexo es malo?
¿Dios existe? ¿Quién es Dios?

Después de todo, Caesar es simplemente un chico apuesto y heterosexual.

Larvas En El EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora