14

497 63 53
                                    

Pese a que las cosas con Jojo se han aclarado, Caesar seguía inquieto sobre algunas cosas.
Yacía de noche, ambos estaban acostados sobre las suaves telas de la cama.
Caesar leía un libro, mientras Joseph tenía la mirada perdida en sus pensamiento y fantasías.

Joseph tocó el pecho de Caesar y empezó a acariciarlo.
Resaltó al sentir las delicadas caricias sobre su ropa.

—¿Pretendes algo?— preguntó nervioso.
—La tela de tu ropa es más suave que la mía— Joseph respondió con un toque de humor.

Caesar rodó los ojos, siendo que ya esperaba una respuesta absurda por parte de Joseph.
Pudo sentir como Joseph se acomodaba junto a él, acurrucandose entre sus brazos, empezando a toquetearlos y jugar con ellos.

—¿Acaso tienes una obsesión con tocarme o qué?— Dijo con un tono burlón.

—Simplemente me gusta tocarte y ver como reaccionas—

—¿Y ganas algo con eso?—

—¿Acaso estás enojado conmigo?— dejó de tocarlo para agregar más seriedad—

Caesar guardó silencio por un par de segundos.

—Sólo sigo un poco preocupado por lo de antes— dejó el libro sobre el velador y le dió la espalda.

—Pero...¿Puedo acariciarte? Será solo por ahora—

Caesar soltó una dulce carcajada, admirando como Jojo se preocupaba por él.

—Está bien Jojo, ven aquí—

Joseph se acercó con una sonrisa en su rostro, abrazandolo por la espalda y besando sus mejillas.
Pasó sus manos por debajo de las prendas, acariciando sus abdominales y oblicuos.
Comenzó a besar su cuello, agregando más intensidad cada segundo.

La tensión de la escena provocó una reacción involuntaria e indeseada por aquellos dos.

Dejaron de moverse y se volvió un momento silencioso, como si quisieran centrarse más en aquello.

—Jojo... No estoy listo para... Ya sabes—

—¡Lo siento! —dijo alejándose— No quise hacerte nada más que eso, lo juro, fue accidental.

—Está bien, es algo natural... A veces también me pasa en momentos dónde... Olvídalo— dijo con la cara sonrojada a más no poder.

Ninguno de los dos quería seguir en aquella escena.
Joseph se sentó en la esquina de la cama, esperando que el momento pasase, al igual que la erección —La cuál parecía ser eterna—

—Creo que mejor voy al baño— dijo avergonzado.

—Jojo, está bien, no te preocupes— dijo agarrando su hombro— No te avergüences... Si quieres, te puedo ayudar con eso...

—¿¡Ah!? ¿C...Cómo?— Joseph estaba desconcertado.

Lo miró sonrojado, sentía como Caesar masajeaba sus hombros y mientras la situación se volvía más y más tensa (a parte de algo más)

—¡Hahaha, era broma! Dios mío, cálmate, no pretendía nada.—

—Huh...— suspiró aliviado.
Ni  siquiera él estaba listo para una situación así.

—Y... ¿Pasó ya o sigue...?—

—Creo que sigue igual...—

. . .

Larvas En El EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora