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El sol se estaba escondiendo.
Podía notar que sería una noche fría otra vez.
Ceasar se encuentra en su cama ahora mismo, me está esperando para tener una conversación con él.
Según él, soy demasiado energético y parezco un niño.
Quiero lo mejor para los dos, quiero lo mejor para él.
Soy consciente de lo impulsivo que puedo llegar a ser, pero simplemente no puedo hacer nada.
Trato de cambiar mi actitud, una y otra vez pero es en vano, no cambio nada y es tiempo perdido.
Hoy en la mañana pude ver lo incómodo que se veía cuando lo besaba.
Era como el encuentro de un hombre con una estatua, estaba paralizado y simplemente lo dejó pasar.
Me miraba de vez en cuando, pero con una mirada totalmente inexpresiva, infeliz, vacía.
Sé por simple intuición que no se sentía bien cuando lo toqueteaba.
No puedo comprender el porque, no logro entender por qué no me detuve al tener esa mínima sensación de incomodidad.

Soy un mounstro, una bestia sin corazón, sin piedad.
¿Le habré hecho sentir mal? Era notorio por su conducta.
Tengo miedo en lo que pueda convertirme.
Tengo miedo de que se haya sentido abusado.

Lo amo, lo amo tanto, pero mis sentimientos por él son tan fuertes que no logro controlarlos.
No quiero dañarlo, pero es inevitable con lo inmaduro que soy.

Caminé hacía su habitación, haciendo una corta melodía al tocar su puerta.
Como una respuesta casi inmediata, Caesar abrió su puerta, dejandonos así cara a cara.

—Pasa, por favor — se hizo un lado para así poder pasar.

Al cerrar la puerta, me miró con una mirada seria, sabía el sermón que me iba a dar.
Estaba preparándome mentalmente para recibir su odio y desahogo cuando siento sus brazos rodear mi torzo y cabeza undirse en mi pecho.

Entre sollozos, Ceasar intentaba decirme algo, pero era incomprensible.
Froté mi mano con su nuca, tratando de tranquilizarlo.

—Shh... Caesar, está bien, tranquilizate y después me hablas — obedeció a mis palabras sin queja alguna.

Se acurrucó en mi, tratando de tranqulizar la pena y furia que tenía acumulada.
Me miró con sus bellos ojos.
Una mirada que transmitía tantos sentimientos en tan pocos segundos.

—Realmente trato de comprenderte, Jojo... — dijo mientras se limpiaba las lágrimas— Y estoy seguro de que siento lo mismo por ti, solo que es muy extraño.

—Caesar, entiendo que ésto puede ser muy confuso para ti, por favor no te sobrecargues—

Relamió sus labios para seguir hablando, explicando como se sentía, revelando secretos y sanando heridas.

—Quiero amarte, en serio quiero, y lo hago, te amo cómo una de las cosas más importantes en mi vida, pero sería todo tan simple si fueras mujer—

Palabras que no comprendía demasiado salían de su boca, intentando resolver un puzzle que era por poco e imposible de terminar.

—Y lo único razonable por ahora sería mantener nuestra relación en secreto, pero... Ya sabes cómo eres tú...—

—Comprendo que soy demasiado impulsivo, pero en serio que no sé cómo tratarlo, lo intento ,pero es tiempo perdido—

Su mano acarició mi mejilla, mirándome con sus ojos tan lindos.

—Sé que lo intentas, cariño, y trataré de ayudarte en ésto—

Reí para detener la tensión y agarré su mano nuevamente.

—¿Acabas de llamarme “cariño”? —

—¿No es lo que tú quieres? Supuse que si te hablaba como le hablo a otras chicas, podríamos balancear nuestra relación.—

“¿Acaso soy sólo alguien más para él?
¿Alguien despreciable en su vida?
Soy igual a las otras miles de chicas con las que se ha acostado.”

—Si te soy sincero, la verdad no me importan demasiado los apodos— relamí mis labios, viéndolo a los ojos— pero si te gusta llamarme así, no tengo problema.—

Se recostó encima mío, estaba encima de mi.
Su cabeza estaba en mi pecho, sus manos estaban entrelazadas con las mías.

—Puedo escuchar tus latidos—

—¿En serio? — volteó a verme, con una leve sonrisa en su rostro—

—¿Estás nervioso? Tus latidos son muy rápidos.— Pude ver como en silencio se burlaba de mi.

—No es eso... O tal vez sí, sólo me pasa cuando estoy contigo— Estaba sonrojado,  Caesar se estaba riendo de mi, pero no estaba enojado con él —

—Eres muy tierno, ¿Sabes?, me encanta cuando te pones así de nervioso —

—Mhh, cállate Caesar — Reí nervioso.

—Bueno, de todas maneras, tenemos que solucionar tu impulso, Jojo — se sentó al lado mío, abrazando mi
brazo—

—Estás muy cariñoso... — acaricié su mejila. — Supongo que tendré que aguantarme—

—Sé que es difícil Jojo, trato de comprenderte —

Se acomodó para quedar más cerca mío.
Empezó a besar mis mejillas, con aquel sonido infantil después de cada beso.
Apoyó su frente contra la mía y me miró a los ojos.

—Tienes unos ojos muy lindos —dije —
Son de color esmeralda, algo azules...

—Los tuyos son más verdes —

Agarré su cintura y cerré mis ojos.
Pude sentir sus labios chocando con los míos. Sus frías manos en mis mejillas hacían recorree un escalofrío en mi cuerpo.

—Caesar...—Llamé su atención— Quiero que me cuentes sobre tú y tu padre.—

Su cuerpo se volvió más pesado, dejó de acariciarme y se alejó de mi sutilmente.

—¿Qué insinuas? No hay nada de raro entre yo y mi padre —me miró con una mirada furiosa y preocupada.

—Sé que hay algo raro entre ustedes—

Cabísbajo, apretó las sábanas, estaba furioso.
Era notorio que él y su padre tenían una relación rara.
Acaricié su mejilla para tranqulizarlo.

—Es algo complicado... No sé con certeza la relación que teníamos— Agarró mi mano para ponerla en su muslo— Lo quería demasiado, pero cuándo nos abandonó, mi amor por él se convirtió en odio, y ahora que me he enamorado de ti, se volvió algo aún más confuso.—

—¿Soy un problema?—

—No, no es eso... Pero las creencias de mi padre eran muy cristianas, y ya sabes que es lo que piensan de nosotros...—

Un silencio recorrió el lugar.
No había contacto visual entre nosotros, y todo parecía volverse más y más gris.
Acarició la mano que llevó hacia su muslo, tratando de reconfortarme.
Jugueteaba con mis dedos, estaba ansioso.

—Te quiero, Jojo —dijo con la voz más serena posible.
Una voz que me cautivaba y relajaba.
Sus ojos caídos y color esmeralda azulinos eran preciosos, acaricie su mejilla con mi otra mano y la besé.

—Yo también te quiero—

Caesar empezó a acercarse lentamente hacia mí, admirando cada segundo que pasaba.
Apoyó su mano en mi muslo, y lo único que supe después fue que nos estabamos besandonos.
Lamía mis labios de vez en cuando, acariciando mi pierna.

—Mhh... — Jadeé al quedarme sin
aire—

—Pff... No aguantas nada— dijo caesar burlándose de mí.

Reí junto a él, hasta que un sonido de puerta nos interrumpió.

—¿Joseph? ¿Caesar?—

Larvas En El EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora