9

820 85 125
                                    

15 de enero

Día lunes, una nueva semana empieza, y junto a ella nuevos recuerdos.
Odiado por muchos y amado por pocos —aunque dudo que alguien lo haga—.
Sin embargo, también puede ser un comienzo a nuevas oportunidades y experiencias.

Al ser el primer día de la semana, ha sido bastante cansador y a la vez aburrido.
Ambos bastantes confundidos durante todo el entrenamiento, debido al suceso de ayer.

Caesar empezaba a cuestionarse cualquier acto relacionado con Joseph.
Mirarlo, hablarle, tocarlo, abrazarlo, acariciarlo.
Las inmensas ganas de acariciarlo lo enloquecían.
Sin embargo, su religión lo impedía.
Ceasar era conocido por lo extremadamente católico que era, llegando a extremos.
Un dolor de cabeza se apoderaba de él cada vez que pensamientos románticos involucraban a su querido castaño.
Un dolor de cabeza extraño.
Una mezcla de sentimientos surgía al verlo, una mezcla inimaginable.
Sus ojos esmeraldas eran hermosos e irresistibles.
Sus carnosos labios poseían un color cereza, y sus mejillas un color carmesí.

Era prácticamente imposible ocultar esos sentimientos con amistad.

Descansando se hallaba Joseph en su cuarto. Una refrescante brisa corría por la ventana y el cálido sol tocaba las pieles del castaño.
Eran cerca de las 16:30, el entrenamiento había terminado temprano debido a un inconveniente que hubo durante el entrenamiento.
Joseph —Como era de esperarse— rompió accidentalmente uno de los sets de entrenamiento al haber mal usado el hamon.

Días tan lindos como éstos no eran tan comunes en invierno.
Joseph estaba reflexionando.
En su mente gobernaba la imágen de aquel Rubio Italiano.
Con su mano acariciaba su propia mejilla, imaginando escenarios con él.
Sus ojos estaban perdidos en la ventana.
Quería salir a dar un paseo, quería ir a un campo.
Al estar fuera de la ciudad no era tan difícil encontrar algún campo el cuál podría recorrer.
Podía fácilmente “tomar prestado” el auto de Lisa Lisa para llegar a aquél campo.
El problema... No quería ir solo, quería estar acompañado de ese chico—Todos sabemos quién—.
Aquel chico rubio, carismático y terco, catiñoso y bello.
Hace unos días Caesar le contó su flor favorita, El girasol.
Cerca de dónde se ubicaban se hallaba un campo decorado con aquella flor.
Quería pasar tiempo con él.
Quería tocar su suave piel y poder besarla.
Quería besarlo directamente en los labios mientras lo toqueteaba y acariciaba.
Lo deseaba con toda su alma.

No podía evitar sentirse culpable por la decepción que tenía Caesar de sí mismo.
Se podía apreciar en sus ojos al besarlo, aquella vez que lo besó en la frente, sus ojos señalaban abajo.
Demostrando decepción en sí mismo.
Joseph estaba seguro de éso, no quería que Caesar se sintiera obligado a estar en una relación.
El riesgo que corrían era tremendo, y parecía que cada vez empeoraba más.
Hace menos de un año había empezado ya la segunda guerra mundial.
Italia parecía aliarse con la Alemania nazi, ésto era un gran problema para los dos.
Si lograban ser pareja, sufrían el riesgo de ser torturados por los nazis.
Cuando se conocieron, Caesar solía tener ciertas tendencias nazistas, pero con el paso del tiempo se había empezado a cuestionar.
Por más patriota que era, no era Aliado de la Alemania nazi.

Tal vez podrían ocultarlo, disfrazarlo de una simple amistad.
Aunque, deberían procurar no actuar de manera sospechosa en público.

Era una gran responsabilidad, pero si fuera por él, lo haría.

El Castaño miró su reloj, si quería salir debía saber que hora era.
Faltaba poco para ser las 16:45, cómo era invierno, anochecía más temprano.
Rápidamente se levantó de la cama, se arregló el pelo y la camisa.

Larvas En El EstómagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora