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Advertencia: Los personajes del anime pueden comportarse un poco fuera del personaje; valga la redundancia. Se ha procurado hacer una mezcla de personalidad con ciertas actitudes documentadas de los autores en los que están basados los personajes del anime/manga; no obstante, esto NO busca representar la relación entre los escritores/poetas mencionados. Así mismo, se hace uso de hechos reales, también documentados, de la vida de cada uno de los autores, y también, como se ha expresado anteriormente, no se busca representar la misma, ni hacer uso de las personas reales. Sin nada mas que decir, puedes proceder con la lectura. 

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El reloj sonaba. Tic Tac.

El tiempo apremiaba. Tic Tac.

Las horas pasaban. Tic Tac.

Anunciando el alba. Tic tac.


En la habitación. Tic Tac.

Un hombre se levanta. Tic Tac.

Y con mucha aberración. Tic Tac.

Contempla sus hebras grasientas. Tic Tac.


«¿Qué es esto? ¿Acaso el tiempo se ha detenido? No, eso no, eso no es posible»

Eso nunca ocurre.

«¿Qué es entonces esta atmosfera tan fría y distante? ¿Qué día es hoy? ¿Qué hora es?»

Tic Tac.

El hombre se levantó con el noveno sonido de las manecillas del reloj, se acomodó en su futón color rojo mate y, desplazando a un lado la parte superior, se levantó de su lecho.

Encorvado se dirigió, en su estrecho apartamento, al pequeño cubículo destinado para una especie de cuarto de baño. No había puertas, era pequeño, mugroso y polvoriento. Parecía que no le habían pasado escoba en años y las pilas de libros, hojas y planillas no ayudaban mucho a mejorar ese aspecto.

Menos lo haría el dueño.

Este sacó un poco de agua y se lavó la cara, cuando se incorporó se encontró cara a cara con su propia faceta en el espejo que todo lo revela, deplorable y oscura. Sus facciones eran apagadas, pálidas, casi grisáceas; los labios los traía partidos y deshidratados; sus hebras castañas grasientas y despeinadas se escurrían en su rostro ocultando unos ojos ojerosos color avellana, apagados y muertos.

Un cadáver.

Eso era.

Ding Dong

«¿Qué era? Ah... el timbre de la puerta»

Como un fantasma paso del baño a la entrada del departamento, y sin molestarse en ver por la mirilla de la puerta de metal, abrió quitando seguro tambien.

—«Ah... eras tu...»— soltó en un suspiro al ver la figura alta y pelirroja que se alzaba ante si adornada con una yukata común y abrigada.

—«No puede ser Dazai... cada vez te ves peor...»— constipado exclamo el hombre con un poco de barba en su mentón mientras se adentraba al departamento sin siquiera pedir permiso. Su cara de preocupación solo empeoro al ver el desorden en el que su amigo vivía; era un lugar invivible, si alguien de derechos humanos lo visitaba en ese estado, diría que, o padecía de discapacidades, estaba solo, abandonado y muy probablemente maltratado; o simplemente estaba loco.

—«Ya sé lo que piensas, Odasaku. Ya me sé tú sermón, así que por favor ahórratelo»— comento con hosquedad.

Aquel tono de hablar llamo la atención del invitado, y se volteó paulatinamente para darle una mirada a su amigo.

—«¿Estas así por lo de hoy?»— indago con discreción. Mas no recibió respuesta, solo recibió el rostro confundido del castaño.

—«¿De qué hablas?».

El pelirrojo se pasó la mano por el rostro y llego a sus risos cortos para acariciarlos y conservar así mismo su propia calma.

—«Son casi las seis de la tarde y ¿No sabes qué día es hoy?»

Dazai se encogió de hombros restándole importancia.

—«De seguro que no es algo importante lo que ocurría hoy... después de todo, si lo hubiera tenido presente me habría levantado temprano»— el castaño se dio vuelta y camino hasta la cocina dejando solo y embrollado al mayor por un momento—«¿Quieres un poco de té?»— preguntó una vez había llegado a la estufa.

El mayor respondió con una afirmación no muy enérgica pidiendo la bebida sin azúcar; aún le era imposible creerle a su amigo.

Dazai Osamu era una persona complicada, tanto que a simple vista no podías juzgar sus acciones. Era extraño, innovador, pero no tenía muchísima energía; iba en declive los últimos años, y cada minuto que pasaba la llama encendida en su interior parecía apagarse. Ahora, con treinta y un años de edad, tenía la energía de una tortuga.

Pero eso no era raro, al menos no en él.

Sin embargo, por los tantos momentos que habían convivido juntos, por los años de amistad que tenían, por haberse ganado el título de "Oda Sakunosuke es mi buen amigo", por todo y mucho más, creerle que se había olvidado específicamente de esto, le era imposible. No era capaz de hacerle caso a la descarada mentira de que, después de dos años de rutina, ahora mágicamente la fuera a dejar.

Y entonces, observando el desorden, encontró la clave para armar el rompecabezas; lastimosamente, justo en ese momento llego Osamu con dos tacitas de porcelana que desprendían un olor ligero a cerezo.

—«Lamento el desorden... últimamente no tengo mucho tiempo para arreglar»— comento el castaño mientras dejaba la bandeja en la pequeña mesita baja que había en el centro.

«Lo que no tienes es energía para hacer algo...» pensó el mayor, pero se lo guardo para sí mismo, estaba seguro de que Dazai sabía perfectamente que era lo que tenía o no.

Ambos hombres se sentaron y empezaron a tomar el líquido caliente en un silencio total; solo se escuchaban los sorbidos y mínimamente, el sonido que provoca la garganta al tragar.

—«Si sé... Si sé qué día es hoy...»— confesó en ultimas el más joven al terminar la bebida mientras trataba de no hacer entre ver que su voz se entrecortaba al hablar. Odasaku soltó un suspiro y se apresuró a acabar su té.

—«Por supuesto que lo sabes, cuando vi el altar con el incienso encendido supe que no lo olvidaste... tú de todo el mundo eres el que menos puede olvidar esto...»— el pelirrojo afirmó sin tartamudear ni un segundo. Entonces los sollozos de su amigo le confirmaron lo que, de alguna u otra forma, ya sabía que ocultaba. Lloraba tan desconsoladamente, que a Oda le fue inadmisible no acercársele a ofrecerle un hombro donde llorar; que, evidentemente, acepto al instante.

—«Lo siento...»

—«No, no, no, Dazai, no te disculpes, está bien llorar»

Está bien sufrir cuando extrañas a alguien...

Como la flor de durazno (BSD chuuzai/dachuu authors au)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora