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Decir que estaba mal era un piropo.

Estaba muy mal.

Odasaku no solo tuvo que dejar de hacer mucho de su trabajo por cuidar de él, tuvo que prácticamente pasarse a vivir junto con Ango al apartamento del castaño. Y ni siquiera con eso lograban mantenerlo con niveles aceptables de salud.

El escritor había sido encerrado en un remolino de emociones del que le iba a ser sumamente difícil escapar; y no solo por la situación actual, sino por sus mismas negaciones y su forma de afrontar la adversidad. Sus amigos lo sabían, superar la muerte de alguien no era algo que ocurría de un día para otro, es más, podrían pasar años y seguir teniendo la misma afectación cuando se mencione el tema; pero que Dazai se hiciera el fuerte, el que no le importaba, diciendo que su decaimiento se le pasaría en una semana, y que definitivamente no hubo nada más que sexo entre Nakahara y él, era algo que no lo iba ayudar a avanzar ni un milímetro.

El estado de negación de Osamu llego al punto que ni siquiera le creyó a Odasaku el cuento de que Chuuya lo había visitado para entregarle una carta dirigida a él un día antes de partir.

No era cuestión de madurez, era cuestión de dolor, y el castaño ya había soportado bastante durante su vida; era razonable que no quisiera afrontarlo. Lo que no sabía era que probablemente evitar no era la mejor manera de superar y seguir adelante; Y ahí yacía todo, Dazai no quería seguir avanzando.

—«Dazai»

—«Ango, ya te dije que no voy a ir»

Ahora otra tema venia rondando su día, semana para ser mas precisos.

Nakahara fue un poeta reconocido en su época, tuvo amigos en todas partes, enemigos, compañeros, colegas, como quiera cada uno llamarse. No era de extrañarse que su funeral fuese un evento importante y solemne al que muchos, movidos por lo que sea que fuese, deseaban atender. La señora de Nakahara, por supuesto destrozada, acepto que al funeral de su esposo se pudieran acercar una gran cantidad de gente; mas que todo porque familiares vivos Chuuya no tenía; tal vez quedaba en un segundo lugar tratar de honrar el carácter fiestero que el pelirrojo poseía.

A Oda y a Ango no se les pudo ocurrir mas maravillosa idea; llevar a Dazai al funeral tal vez lo haría empezar el duelo que se rehusaba a llevar.

Perohabía un inconveniente.

Osamu voluntariamente no iba a asistir.

—«Vamos Dazai, te ayudara un poco»— persuadía su amigo pelirrojo mientras le alcanzaba una taza de té caliente.

—«No entiendo de que me hablan, no necesito ayuda»— contrataco inmediatamente el escritor. Los dos mayores lo miraron con una cara de decepción; obviamente necesitaba ayuda y eso hasta él mismo lo sabía. —«Además, no veo en que me puede ayudar ir a un funeral».

¿Cómo iban ellos a explicarle algo que Dazai iba a negar al instante? No había forma.

Un silencio se formo entre todos; no era sencillo, para nada. Pero estaban decididos a llevarlo fuese como fuese, incluso si, al final, no pudiesen siquiera explicarse como lo habían hecho.

Y así fue.

De alguna forma arrastraron al castaño a un viaje en tren directo a Yamaguchi por medio de alguna estúpida excusa que vergüenza les daría tanto a ellos por proponerla como a Dazai por fingir creérsela.

Tras unas cuantas horas el castaño amenazo con bajarse; fuese por la razón que fuese, era lo suficientemente potente como para que sus amigos lo hubiesen tenido que retener en el asiento, casi que amarrándolo con lo que tuvieran a la mano, pues, sabían, que cuando Dazai decía que brincaría por la ventana, hablaba enserio.

Como la flor de durazno (BSD chuuzai/dachuu authors au)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora