11.

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El castaño ya había timbrado dos veces en el apartamento de su amigo; dos veces que el timbre sonó, y dos veces que no se sentía ni el más mínimo índice de que un ser humano habitara ese lugar.

Estuvo a punto de pegar el tercero; porque como dicen, la tercera es la vencida. Pero Odasaku no tuvo la necesidad de recurrir al cumplimiento de aquel dicho, pues a la par que sus dedos se acercaban al botón afuera del hogar del pelirrojo que activaba por medio de un sistema eléctrico aquel sonido, la puerta del mismo se abrió sin mucha delicadeza.

—«Ah, eras tu Dazai»— exclamo con sorpresa el novelista que parecía recién levantado.

Sus leves risos se despeinaban y se paraban dejando ver en evidencia la maraña que traía en la cabeza, los ojos los traía bien abiertos a pesar de las ojeras y traía mal puestas sus gafas color café.

—«¿Qué ocurre Odasaku?»— pregunto con un tono de broma mientras se reía un poco del deplorable estado en el que se encontraba.

Claro que no le era sorpresa, casi todos estaban así, era época de trabajo ya que era comienzo de finales de año. Él también estuvo en ese modo hace unas semanas, pero como ya se ha sabido por cosas del destino ya no estaba tan ocupado.

—«La novela... el editor quiere que cambie algunas cosas»— se quejó mientras se refregaba sin ningún tipo de pudor las manos por la cara, la estrujaba y se masajeaba la cien con furia. Al final, las llevo arriba de su cabeza, junto con los risos de adelante dejando expuesta su frente; y así, se dedicó a mirar fijamente al castaño, con suma preocupación y desolación —«Dazai, otra vez no me dejaran publicarla este año; ya llevamos al menos cuatro años en este proceso y nada»— casi pudo ver como si los ojos se le llenaran de lágrimas, pero solo sus ojos expresaban sus emociones, por el resto de su rostro se mostraba inexpresivo como de costumbre.

—«Ay, Odasaku no digas eso, de seguro que pronto podrás publicar tu obra, estoy seguro»— dio tratando de calmar a su compañero.

En primera lo había visitado para tener una charla de la que no estaba muy convencido de tener, pero al menos que sabía que era por su bien contarle todos sus problemas a alguien; era una suerte que ahora los papeles se invirtieran y terminara siendo él el que le haría terapia a Oda en su sofá mientras tomaban un rico chocolate caliente.

Era de rutina estas cosas.

—«¿Bueno, tienes algo que contarme tu?»— pregunto el pelirrojo una vez había logrado desahogarse y dejar de lado todo aquello que lo carcomía por dentro, ahora, el fatídico turno de Dazai había llegado.

—«¿A qué te refieres?»— dijo mientras tomaba con agrado la bebida marrón.

—«Pues que de haber venido aquí, tendrías algo que contarme, decirme o anunciarme»— articulo.

Dazai rio un poco y golpeteo el pocillo blanco tres veces con sus uñas, largas cual gato. Entonces alzo la mirada de nuevo, conectando con la mirada de su mejor amigo y decidiéndose a dejar de temer, porque estaba más que seguro que Oda no lo juzgaría, ni lo culparía.

Por eso había decidido contárselo a él antes que a Ango, porque si bien podían ser también muy amigos, Ango era de aquellos que te sermoneaban; Sakunosuke era de los que te escuchaban.

—«¿Recuerdas a Nakahara Chuuya?»— al nombrar la persona se le escapo un suspiro entrecortado; imposible de descifrar el sentimiento que traía impreso.

El contrario asintió.

—«Si mal no estoy, hace unos meses te dejo con unas cuantas lesiones luego de que ambos intercambiaran unos muy fuertes puñetazos en el bar»— relato como si de memoria se lo supiese, para luego fijar su mirada fría en Osamu—«También te beso, pero eso fue hace mucho más tiempo ¿Qué pasa con él?»

Como la flor de durazno (BSD chuuzai/dachuu authors au)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora