Su hogar era un modesto departamento al norte de Tokio; después de haber huido de su casa familiar en Kanagi, lo único que pudo pagar, con un poco de ayuda del dinero de sus amigos claro, fue un aparta-estudio de unos modestos metros cuadrados donde podía tener un futón, una mesa de madera, un estante con libros, su armario, una televisión pequeña, una estufa y lavaplatos en la cocina, un baño con ducha y un pequeño balcón. Y todo, por más poco que fuera, hacia ver un completo chiquero el lugar donde ya no podría caber nada más.
Si, eso era a lo que llamaba hogar.
No tenía a nadie allí, ni plantas, ni ratas, nada, ni un alma lo esperaba luego de estar fuera y, al pasarse toda su existencia metido allí, vivía sumido en la soledad.
Aun así, el sitio tenía su encanto, del cual Dazai disfrutaba en grande de vez en cuando; pero ese encanto se perdió cuando esa persona averiguo su dirección.
No tenía ni idea de cómo, de cuando, o de quien le había facilitado esa información a la persona que menos quería ver de nuevo, después de una semana de su fatídico encuentro; pero el hecho era que ahí estaba, a las tres de la mañana, en la puerta de metal, golpeando ebrio mientras le imploraba que saliera a tomar con él.
¿Y que como había llegado a esto?
Eso mismo se preguntaba.
Hace unas seis horas había sido lo mismo, solo que en ese momento había sido algo más calmado y con cordura, a diferencia del cuerpo tambaleante que osaba interrumpirle el sueño esta vez.
"—«Dazai... eh, hola»— saludó sonriente con un toque de pena el enano pelirrojo mientras jugueteaba con los dedos.
—«¿Que hace aquí? ¿Como sabe dónde vivo?»
—«E-Eso no importa, yo, quería disculparme por mi comportamiento la última vez que nos vimos»— interrumpió evitando el tema.
El castaño se cruzó de brazos buscando un índice de falsedad en sus palabras.
Nada.
Al parecer eran sinceras.
—«No se preocupe, entiendo que el alcohol a veces hace de las suyas»— explico Osamu restándole un poco de importancia. Esperaba entonces, que Nakahara se fuera, sin embargo, este último seguía removiéndose incomodo e inquieto en su sitio—«¿Hay algo más?»—
—«S-Si, yo quería compensarte... invitándote a tomarte unos tragos conmigo-»
—«No, gracias»
Sentencio cerrándole la puerta en la cara."
Ahora que lo pensaba tal vez fue grosero negarle la invitación, pero ¡Vamos por el amor de Dios! ¿Si en primer lugar se disculpaba por haberse portado como un completo idiota cuando se embriago, que no sería algo ilógico invitar unos tragos con fin de disculparse? Ya conocía a el Nakahara ebrio, por supuesto que no quería verlo de nuevo; era como si un demonio lo poseyera, en fin, la cosa más escalofriante que había estado en el mismo sitio que él.
—«Daaazaaiii~ Ven a tomar cosnmshigo~»— esa voz gruesa, ronca y estúpida que llevaba sonando quince minutos seguidos por detrás de su puerta repitiendo lo misma majadería; ¡Ah! ¡¿Pero quién diría que escuchar a un ebrio sería tan estresante?!
A este punto ya tenía la almohada sobre sus oídos y estaba que se ponía a llorar de la impotencia; ¿Qué demonios pretendía? ¿Qué saliera? No, eso nunca.
—«¡D-A-Z-A-IIII!»
Nunca.
—«Aish, solo un traguito *hip*»
Nunca...
—«Osamu~»
Nu...nca.
Un gruñido salió de su garganta contra la almohada mientras se levantaba e iba a pisotones fuertes hasta la entrada. No aviso, solo abrió la puerta rápidamente mientras que veía como el rostro sonrojado y con cara de imbécil del mayor le sonreía desde el suelo; donde había acabado luego de haberse apoyado en la puerta.
—«Hola»— rio el estólido idiota mientras se atragantaba con su propia saliva.
—«¿Qué demonios quieres? Son las tres de la mañana, no me dejas dormir ni a mí, ni a mis vecinos. Te van a hacer pagar una multa ¿Qué no sabes?»— refunfuño el más alto sin tomarse la delicadeza de ayudar al otro a levantarse.
—«¿Eh? ¿Pago una multa porque me estoy divirtiendo? Que absuuurdo»— soltó el pelirrojo mientras trataba de enderezarse, estaba tambaleante y de milagro aún conservaba un poco de equilibrio.
—«¿Sabes que es absurdo? Que vengas ebrio a mi casa»— suspiro Dazai mientras se resignaba a darle la mano a Chuuya, quien parecía alegre ante aquel gesto.
Ambos se enderezaron y la diferencia de estaturas pudo verse de nuevo; Nakahara, a pesar de ser mayor por años, era mucho más bajito que Dazai, y eso, de cierta manera, le otorgaba una pequeña ventaja; no se sentiría intimidado por su estatura al menos.
Pero entonces las piernas del ojizarco flaquearon y su cabeza dio a parar en el pecho del menor quien, muy irritado, trato de decidir entre apartarlo para que se pusiera de pie de nuevo, simplemente correrse y dejarlo caer al suelo.
—«Mira, trato de no ser grosero, pero ya me estoy cansando»— imploro —«Largo»— e, indicando con su dedo índice hacia el largo pasillo del lugar, sentencio con un rostro exhausto.
—«Pareces echando un perro»— protesto el ojizarco mientras se enderezaba.
—«¿Que no eres eso?»— exclamo cansado el castaño mientras se daba media vuelta para regresar a su apartamento.
—«Tienes agallas maldito...»— gruñó molesto el pelirrojo—«¡Bien! ¡Me iré! ¡Pero seguiré insistiendo todos los días en que vengas conmigo a tomarte unos tragos!»— alzo la voz para que el escritor, que ya estaba cerrando su puerta pesada de metal mientras traía los ojos ojerosos, lo escuchara fuerte y claro en una clara declaración de guerra.
—«Si, si, ahora vete por favor.»— murmuro entre dientes el de orbes avellana mientras observaba como por el pasillo, erguido y orgulloso, iba un tembloroso enano rojo que, sabia, se caería al bajar por las escaleras debido a su merluza. Se mofó un poco tras la escena en su mente repetirse varias veces, y restándole importancia a las últimas palabras del de sombrero, cerro su puerta para poder dormir de nuevo en paz.
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Como la flor de durazno (BSD chuuzai/dachuu authors au)
FanficEn el momento en el que te das cuenta que aprecias algo o alguien de verdad, es cuando ya lo has perdido; cuando ya es muy tarde para hacerlo. Pero los seres humanos no hacemos caso a esto, lo entendemos, lo aplicamos y lo recomendamos; la misma fra...