13.

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De todas las veces que había deseado morir, esta podría fácilmente ser la más ferviente de todas.

No solo porque lo deseaba; lo había intentado y, no conforme con sus evidentes intentos fallidos, termino por adoptar el aspecto de un muerto, un fantasma.

Osamu se rehusaba a vivir, básicamente; se rehusaba a preparar su propia comida y terminaba por pedir a un restaurante cercano, se rehusaba a salir de su futón en todo el día y terminaba por leer de nuevo toda la pila de libros que tenía, se rehusaba a siquiera salir a tomar el sol o tomar un trago con Oda y Ango, en cambio, prefería que ellos lo visitaran, aun cuando definitivamente no estaba en condiciones de atender visitas. Igual sus dos amigos pasarían por su departamento los invitara o no; eran esa clase de camaradas con los que pareces ser el niño pequeño y ellos tus padres.

Había pasado una semana exactamente desde que mando a Chuuya a la mierda; literalmente.

¿Su estado de ánimo? Estaba destrozado, había sido hecho polvo.

Y lo peor era que al pensar en lo que había hecho siempre llegaba la maldita pregunta a su cabeza.

«¿Por qué fue tan difícil sacarlo?» No era como si hubiese puesto resistencia, de todas formas.

Ahora bien, Dazai no era estúpido, podría saber perfectamente la respuesta a la pregunta, escribir un ensayo sobre ella, y presentarlo frente a la prensa explicando detalladamente el porque de la situación; pero era miedoso y demasiado precavido como para vivir, así que terminaba por entrar en un estado de negación del cual ni siquiera Oda pudo sacarlo.

Le habían intentado hacer de todo, explicar de todo e incluso estuvieron dispuestos a explicarle con dibujitos lo que había ocurrido, pero nada, nada funcionaba. Seguía negándoles rotundamente, seguía sacando la misma excusa de que "extrañaba el sexo con él" porque lo que tenían entre ellos era algo físico únicamente.

Esa tarde se encontraba como de costumbre comiendo un plato de fideos mientras leía por quinta vez "Rashomon", uno de los mejores cuentos que Akutagawa-sensei tenía, a su parecer. Pero desgraciadamente por su estado de ánimo, no era lo mismo leerlo, no le generaba la emoción que quería le provocara; no lograba sentirse emocionado o alegre, no se sentía vivo. Pero sabia era culpa de él, no de la obra maestra en sus manos.

De repente un timbre sonó, era de noche, muy tarde en la noche; un deja vú se le hizo presente, uno que le ilumino el alma y le pinto una sonrisa en sus labios de la que no era consciente. Como si una llama de esperanza se le prendiera se paró casi corriendo pensando que tal vez ese enano aparecería por obra de magia tras la puerta.

Pero no fue así.

Al abrirla sin siquiera tomarse la molestia de mirar por la mirilla, se encontró de lleno con sus dos mejores amigos; y aunque en otro momento lo hubiera notado a la primera, en esta ocasión ni se percato de los rostros nerviosos que traían. Pero había alguien más, bien al fondo, detrás de Ango y Oda, había un hombre de cabellos negros que conocía perfectamente bien; Kazuo Dan.

—«Dazai-san, tiempo sin verte»— exclamo con una sonrisa en sus labios, tranquila serena, tratando de transmitirle esa buena vibra al castaño. Obviamente, no funciono.

Todos notaron como el rostro alegre y los ojos despiertos desaparecieron de su rostro en cuanto los vio; y no era para menos, traían algo que decirle.

—«Oh... Odasaku, Ango, Dan-kun, son ustedes»— dejo salir en un suspiro al acariciarse la cien «Estúpido, estúpido» se dio catedra mentalmente mientras trataba de recuperar sus estribos y no enojarse con las visitas. Sus facciones se ablandaron y abrió los ojos mientras esbozaba una muy tenue sonrisa—«¿Quieren pasar?» — ofreció al final haciéndose a un lado para darles paso.

Como la flor de durazno (BSD chuuzai/dachuu authors au)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora