16.

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Era extraño para Nakahara el cómo se había hecho con la dirección del amigo pelirrojo de Dazai.

Ni siquiera quería preguntársela, así que termino por complicarse la vida y llamar a mas de tres de sus contactos para poder hallarse con esa maldita dirección. Vago por las calles de Tokio buscando el destino que el mapa forjado en su mente le indicaba; se confundió un total de diez veces y era un milagro que no hubiese terminado a la deriva en semejante ciudad. Pero por fin arribo, o al menos tenía más fe de que fuera a ser ese; era un apartamento modesto, se veía al menos pequeño justo como le habían descrito.

Igual al de Dazai.

...

¿Por qué seguía pensando en él? Debía de dejar ese habito de una vez por todas.

Estaba allí solo por una cosa, debía de asegurarse que el estúpido nené llorón que había tenido por amante hace tan solo una semana no fuera a morirse por inanición.

Otra vez volvía a acordarse de él.

«Maldita sea»

Viere por donde lo viese, no sería para nada fácil olvidarle; pero algo facilitaba el asunto, la extrema lejanía, la falta de contacto, los nuevos intereses... eventualmente se olvidarían uno del otro, solo era cuestión de tiempo. Por ahora solo le quedaba endurar los dolorosos primeros días después del rompimiento, tal vez el mes.

—«¿Nakahara-san?»— Una voz gruesa y mayor lo saco abruptamente de sus pensamientos.

¿A qué horas había timbrado? Ni se dio cuenta cuando el contrario había abierto todos los cerrojos de la puerta y la había abierto de par en par ¿Cuánto tiempo llevaba vagando en sus asuntos?

—«¿Necesita... algo?»— pregunto el amigo de Dazai al ver que de la boca del poeta no salía ni pio.

Nakahara no solo se quedo quieto como el idiota que era, sino que considero alrededor de unas siete veces salir corriendo sin decir nada. Que patético se sentía en ese momento, no le era capaz de responder al pelirrojo, y más allá de eso, no era capaz de pensar en cómo expresarse correctamente.

Gracias al cielo que solo bastaba una cachetada mental para que pudiese volver al mundo sensible.

—«¿Oda Sakunosuke?»— cuestiono un poco temeroso, pero ante el asentimiento del contrario, gano más seguridad—«Vine porque hay algo que debes saber... sobre Dazai»

—«¿Qué ocurrió? ¿Esta bien?»— exclamo con un rostro consternado, pero bastante bien manejado como para poder guardar la cordura aún.

—«S-Si él está bien... solo un poco enfermo»— expulso buscando tranquilizar un poco al mayor. Este ultimo soltó un suspiro aliviado, se le notaba que conocía de lo que era capaz su amigo castaño, y probablemente tenia toda la razón; la imagen de Osamu envuelto en un saco de locura de la que ni él mismo podía salir lo perseguiría hasta al final de sus días, de eso estaba seguro.

No obstante, Oda devolvió su mirada, curioso, hacia el pelirrojo de menor estatura. Un brillo especial traía sus ojos, como si esperase algo, tal vez anhelaba que Chuuya dijera algo, algo importante pareciese; pero el poeta no solo era imbécil a veces, sino que se forzaba a si mismo a serlo, por consiguiente, se hizo el loco hasta que Sakunosuke le pregunto directamente lo que quería le respondiera.

—«¿Lo has... visitado?»— pregunto con cautela, como temeroso de que esas no fueran las palabras adecuadas.

—«N-No, yo solo...»— a pesar de que esa pregunta no lo tomo para nada desprevenido, no pudo evitar sentirse nervioso ¿Cómo iba a explicar a la ligera que hacía en la casa del escritor? ¿Podía mentir? O tal vez ¿Osamu ya le habría dicho algo a sus amigos? No le extrañaba si ese era el caso, después de todo eso justificaría la forma en la que el pelirrojo mayor se expresaba al hablar de cualquier contacto entre ambos.

Como la flor de durazno (BSD chuuzai/dachuu authors au)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora