17.

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El amor es como una enfermedad.

El amor es una enfermedad.

Aquel razonamiento le daba vueltas en la cabeza, y entre más lo pensaba, más se ganaba credibilidad dentro de su pensar.

El amor se anida en ti, de una forma tan silenciosa que ni te das cuenta. Como una bacteria se va reproduciendo dentro tuyo hasta tomar la relevancia que desea; la relevancia que te lleva a dejar de ser racional a causa de los síntomas y convertirte en un estúpido sin remedio. Pero la peor parte, de seguro, era cuando no se trataba; si no se trata se extiende, porque el fin de una bacteria es alimentarse y reproducirse a costa del organismo vivo en el cual reside. Y eso podía doler como el demonio, porque si no se frenaba, te consumiría por completo. Y no en el sentido de que cada día estaría más enamorado de aquella persona, porque el tratamiento debía de ser una especie de terapia entre ambos; ahí yacía el problema, que no había un ambos en esta historia. Y el amor, al sentir que no es frenado por nada sino mezclado con sentimientos que reaccionan con él, como la desilusión o la frustración, goza de no solo un camino sin límites, sino de alimentación diaria porque de la cabeza no te vas a poder sacar aquella persona.

Claro, superar podría entrar dentro de los tratamientos si fuera una enfermedad diagnosticada, pero Osamu Dazai no estaba dispuesto a someterse a él.

¿Cuánto tiempo había estado así?

Solo sabía que todas las tardes Odasaku o Ango lo visitaba; en su defecto, ambos. Se iban cuando se hacía ya muy de noche; en su defecto, se quedaban con él. Así se pasaba el tiempo, comiendo, aunque no quería, y buscando explicaciones sin sentido a Dios sabe qué.

En estos momentos, había despertado de la única hora de sueño que realmente pudo disfrutar en toda la noche. Se removió entre las cobijas por la poca luz que entraba por la ventana; lastimosamente, suficiente para quitarle el sueño.

Como siempre miro la hora en el reloj de la pared.

8:15 a.m

Luego volteo el mentón hacia el calendario.

22 de octubre

Era el día que indicaba.

¿Sería otro día más? ¿O algo interesante ocurriría de una vez por todas? Tal vez no merecía la pena tener tantas esperanzas, después de todo ¿Tenia un pan diferente el día de hoy? ¿diferente a de todos los días? No.

O eso pensó, porque contando las horas estaba el destino, para que el reloj marcara la dichosa y aleatoria hora a la que vendría a tocarle la infortuna; infortuna encarnada en una noticia malísima traída por sus mejores amigos del alma, claro que Dazai no tenía ni idea de eso.

Entretanto, a mañana tenía una tónica diferente, pero no diferente mala, al contrario, le parecía cuanto menos agradable. Estuvo incluso dispuesto a hacer un poco de aseo, limpiar su escritorio y ¿Por qué no? Hacer un poco de su manuscrito.

Su ánimo se levantó como una montaña emergiendo, pero estaba a punto de derrumbarse por la mecha que traía dentro, y pronto habría de ser incendiada. El comienzo se dio con un timbre en su puerta, un timbre extraño pues no esperaba a nadie aparentemente.

Luego fue el ver quiénes eran, y bajo una máscara de una visita sorpresa se escondió la infortuna que estaba a punto de caerle encima.

—«¡Odasaku! ¡Ango! Que sorpresa, no los esperaba»— exclamó en un tono un poco más animado de lo usual; un tono que claramente delataba su falta de información, pues se le notaba que no había prendido la radio ni leído el periódico en todo el día. Claro, eso, o que estuviese escondiendo la inmensa tristeza de algún modo. Tal vez y eran ambas opciones, después de todo, Osamu era Osamu.

Como la flor de durazno (BSD chuuzai/dachuu authors au)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora