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Tres años atrás...

Dazai corría por las calles mojadas de Tokio mientras se aferraba con fuerza a su bufanda para que no se fuera con el viento que su velocidad provocaba.

Tenía una cita que atender, y era de suma importancia, tanta, que simplemente se le paso pedir un taxi e, automáticamente después de ver la hora, salió corriendo de su apartamento casi dejando las llaves y los manuscritos.

«Dazai, creo que deberías conocer a alguien»

Las palabras de su manager resonaban en su cabeza ¿Alguien? ¿Quien? No le había dicho nada, ni una pista. Solo le dio un lugar, una hora y un proyecto; una aparente revista. Y era curioso, porque ¿Quién demonios leía una revista en estos tiempos? Tampoco era que ya hubiera mucho avance tecnológico, pero en solo tres años Osamu podía asegurar que, a este paso, harían volar los autos.

Arribo al local y busco mesa; aunque claro, debería buscar a alguien con rostro conocido, pero era demasiado tímido como para ir preguntando si era la famosísima figura pública con la que su manager quería que conviviera. Echo una rápida mirada al bar, era bullicioso, pero nada que no pudiera soportar, y todo aparentemente andaba normal hasta que fijo sus orbes en un hombre bajito de sombrero que acababa de entrar por la puerta del local.

Entonces cuchicheos, susurros y murmullos molestos se empezaron a escuchar, el castaño solo se tapaba el rostro y se encogía en su asiento mientras rogaba que fuera un sueño.

«No puede ser ¿será él? No, pamplinas. No deben estar esperando que yo me le acerque a hablar ¿o sí? Mucho menos que haga un proyecto con él» trataba de consolarse a sí mismo con el mero pensamiento y ruegos, pero entonces una segunda persona apareció y ya no le quedaron dudas.

Kazuo Dan, hombre de cabello corto color negro oscuro, estatura media y lentes, se encorvo para hacer una reverencia al hombre de sombrero antes mencionado; luego, estrecho sus manos y lo invito a pasar.

«Ay, Dios ¿Por qué él, Dan-kun?»

Obviamente, Dazai ya tenía bien en claro con quien iba a trabajar, y sabía que sería con Dan, solo que no esperaba que la otra persona, la persona con la que su manager quería que congeniara, que amigara, era nada más ni nada menos que el poeta maldito; Nakahara Chuuya.

«Dan-kun, no me hagas esto por favor...»

Ese fue su ultimo ruego hasta que se decidió por dejar de acobardarse y dirigirse hacia la mesa donde se encontraba, por mucho, una de las figuras más polémicas de la literatura de la época. Y era triste si, era triste que se le reconociera por sus problemas y roces con otras personas que ni les llegaban a los talones, en vez de sus obras innovadoras que él, muy gratamente, se había tomado la molestia de leer.

No era de su agrado totalmente, pero tampoco era como si no tuviera talento.

Entonces el hecho de que ahora, casualmente, fuera a conocerlo y tratar de empatizar con él, le ponía los nervios de punta por la emoción; sin mencionar que de por si se le era difícil socializar con la gente.

No obstante, se armó de valor y llego a la mesa, donde ambos hombres hablaban animados reían y se saludaban. Carraspeo un poco cuando ya estuvo al lado, llamando la atención y arrepintiéndose de haberlo hecho, desvió la mirada.

—«¡Vaya! ¡Dazai-san, creí que no iba a venir!»— rio estruendosamente Kazuo mientras se levantaba e iba por una silla. Una vez esa misión se cumplió, Dazai agradeció y se sentó con un toque de pena sin aun poder mirar de frente a Nakahara—«Mira, mira, nuestro invitado especial ¿No se conocen verdad?»— pregunto esta vez dirigiéndose al poeta, quien con una sonrisa en el rostro negó—«¡Ya iba siendo hora entonces de que se conocieran!»

—«Es un placer... ¿Dazai Osamu, no es así?»— cavilo un poco para acordarse de su nombre, y entonces, extendió su mano. El castaño alzo la mirada y por primera vez, detallo todo su ser.

El hombre no parecía de aquí, tenía rasgos extranjeros como el cabello rojo intenso claro, casi tirando a un naranja saturado. Tenía pecas marrones, no muy visibles debido a la luz del lugar, pero era probable que a luz natural se vieran más; sus belfos eran gruesos, carnosos, pálidos y húmedos; y finalmente aquellas puertas a su alma, azules heráldicos, brillosos y eufóricos...

Una sensación extraña se adueñó de su pecho; era incapaz de negar su belleza, obviamente, pero por alguna razón sentía incomodidad al verlo, no se sentía cómodo a su lado.

—«¡Ah! Perdón, tal vez aun no estamos para saludar de mano»— rio el de sombrero con vergüenza oculta al ver que él no le estrechaba la mano; trato de disculparse y de explicarle que no era eso, pero este le hizo gestos para que no se preocupara acompañándolos de otra estrepitosa risa. Osamu se quedó quieto después de escuchar eso llegar a sus oídos.

La reunión pudo haber dado inicio, pudieron haberle hablado tantas veces y haber contestado del mismo modo, pudieron haberse ido, pudieron haberle pedido consejos u opiniones, pudo haber hasta caído un meteorito en esos momentos y Dazai seguiría en las nubes.

La pregunta seguía.

La maldita pregunta.

Un cuestionamiento totalmente absurdo.

Vueltas y vueltas daba por su cabeza.

«¿Qué clase de risa fue esa


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HOLA JSJHDJH 

Les doy otro capitulo hoy, porque pues, salio cortico y no nos hace daño ¿Verdad?

Como la flor de durazno (BSD chuuzai/dachuu authors au)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora