KYLE WALTON se sentía solo por la noche.A veces le daba de golpe, en noches oscuras y desoladas en las que no había ni el más mínimo sonido de viento en el exterior, nada que le distrajera de la dolorosa tristeza que se cernía sobre su casa.
Su casa.
Nunca la consideró un hogar. Pasó poco tiempo allí. Siempre escabulléndose por las noches para salir con sus amigos, sus padres demasiado ocupados asistiendo a prestigiosas celebraciones, apenas notaban su existencia, y cuando lo hacían siempre era para regañarlo.
La casa estaba vacía y la única alma dentro de ella era la suya. De vez en cuando escuchaba a los trabajadores, que lo escuchaban más que su propio padre. Sólo la idea le hacía sentir frío al tacto. Lo suficiente como para hacerle creer a veces que esta casa lo consumiría por completo en una sola noche en la que se sentía demasiado hueco para dormir.
Así que caminaba. A menudo, se levantaba de la cama y estiraba las piernas si no encontraba el sueño. Esta, como la mayoría de las noches similares, podía ser igual de implacable.
Por ahora, estaba fervientemente atrapado en la pena. Y todos los pensamientos que podía evitar durante las horas de vigilia volvían a su mente como una catarata de agua, litros y litros, que anulaban cualquier otro pensamiento. Apenas podía escapar de los pensamientos. Un océano de dolor indescriptible, y él estaba en un pequeño barco en medio de él. No podía evitar sentirse completamente solo. Después de todo, casi nadie que conociera lo había entendido o lo había escuchado verdaderamente y lo había incentivado a que podía ser alguien mejor.
Bueno, excepto una persona quizás.
A veces, le gustaba pensar en otras cosas para alejar el dolor. El tipo de pensamientos que podrían traer una posible sonrisa a su cara. Una sonrisa bastante confusa. Y a menudo le traía a la mente a alguien.
Aurora Davis.
Su pelo castaño vibrante que eran matices de reconfortantes recuerdos de la infancia, tan dulces como el chocolate y tan sólidos como el roble y su salpicadura de pecas siempre le producían una sensación de intriga desconcertante cuando se combinaba con ese espíritu ardiente de ella. Ella era ciertamente confusa. Él no podía entenderla. Y no sabía por qué pensaba tanto en ella últimamente.
Probablemente porque están trabajando juntos.
Bueno, estaban, tiempo pasado. Su enojo hacía ella lo sorprendió hasta a él mismo. No quiso ser duro, sabía que hirió sus sentimientos y se sentía malditamente mal por ello. Pero estaba enojado. En un estado de negación constante. No creía que sus amigos fueran capaces de hacerle eso. Demonios, era Scott del que estábamos hablando. El chico que lo salvó de su miseria. El que lo aceptó y lo trato como si fuera un hermano, desde el principio. Toda esa confianza no se rompería de un día para otro.
Podría haberle explicado a Rory cómo se sentía, explicarlo de aquella manera, de lo importante que eran ellos para él. Pero no sabría si ella lo entendería, parecía tan decidida a desenterrar la verdad, y eso lo aterraba. Así que no lo hizo. Hizo lo que siempre hacía, la alejó.
Alejaba a la gente, en eso era un experto. No era un estúpido. Sabía lo cercanos que él y Rory se habían vuelto, de manera casi amistosa, claro. Y le incomodaba el hecho de que ella supiera cómo se sentía, pero al mismo tiempo le gustaba. Era raro, el sentimiento. Le agradaba contarle sus cosas, le gustaba escucharla y le gustaba la conexión que parecían tener. Una conexión que parecía ser invisible para cualquier persona que mirara desde lejos, pero no pasaba desapercibida para él. Lo asustaba. Jamás se había sentido así de cómodo con alguien, pero a la vez su cerebro le recordaba que ella era una extraña y que no tendría por qué saber todo sobre él.
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A good guide for amateur detectives
Mystery / ThrillerAurora Davis, una chica de diecisiete años, amante de los misterios y de los crímenes sin resolver, decide que para su proyecto de final de año investigará la desaparición de una chica de su pueblo ocurrida seis meses antes. Según la policía y la m...