14︱recuerdos

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AGOSTO 2019

Fue idea de Scott. Todo esto. Las vacaciones de verano pronto acabarían y estaban aprovechando sus últimos días que les quedaban de libertad antes de entrar a undécimo grado.

Estaban en el bote del tío de Cody a unos 115 kilómetros de su pueblo, en una pequeña playa a las afueras de la ciudad. Scott se había ofrecido a llevarlos en su camioneta a él, a Madi, a Sarah y a Cody.

Cada verano, cuando la ciudad se volvía incómodamente calurosa, se decían a sí mismos que harían un viaje al norte del estado para acampar en un lago o dar largos paseos en bote.

No le gustaba demasiado pasar sus tardes en el pueblo. Día tras día, siempre era la misma hora, el mismo lugar, la misma gente y estaba acostumbrado a este orden de cosas acordado implícitamente, y a veces lo odiaba.

Sus padres habían ido a un viaje de negocios, no sabía dónde diablos se encontraba su hermano y su hermana había ido a dormir donde una amiga, por lo que se encontraba sólo en casa, y encontró la perfecta comodidad en este grupo de chicos que siempre parecían aparecer en sus momentos más oscuros.

La pequeña franja de playa en la que se encontraban estaba completamente prohibida para cualquiera, así que esperaba que la guardia costera no los encontrara demasiado pronto.

Ya se encontraban un poco alejados de la orilla. Mar adentro. La música sonaba fuertemente desde el parlante y él se encontraba en la orilla del barco, sus brazos apoyados en uno de los soportes de metal, mientras observaba cómo las olas del mar chocaban contra la cubierta del bote, dejando su mente, ya desorientada, aún más desorientada.

El rocío salado del mar salpicó su cara de humedad, mientras contemplaba un mar aparentemente interminable, con el sol colgando sobre el océano y casi desapareciendo dentro de él. Su mente daba vueltas sin control. No estaba seguro de cómo, en nombre del infierno, había llegado a estar en un barco, pero le gustaba la sensación que este le brindaba. Paz.

El océano se arremolinaba en tonos turquesa y algunos anaranjados, salpicado de diamantes que brillaban a la luz del sol amarillo. Se quedó de pie al borde del bote, mirando hacia abajo, incapaz de encontrar el final.

Las olas chocaban implacablemente contra la orilla mientras el cielo retumbaba ominosamente en lo alto. Desde los acantilados, parecía que el océano devoraba lo poco que había debajo, una y otra vez, devorándolo con un hambre insaciable. A pesar de su ferocidad y peligro, había algo hermoso en las aguas que se retorcían, algo hipnótico en el constante y sordo rugido que soltaba.

Era el día perfecto para esto, las circunstancias perfectas, pero aun así se encontraba dudando ligeramente, aunque no por miedo o indecisión. Más bien, se encontraba simplemente parado y contemplando.

Toma, esto podría ayudar

Una voz dijo detrás de él. Se giró levemente para ver a su mejor amiga, Katherine Harris acercarse a él con un cigarrillo blanco entre sus dedos y ofrecérselo luego de estar más cerca de él.

Gracias.

Se quedaron unos momentos en silencio. Ambos pensando en diferentes cosas. El verano ya casi acababa y luego tendrían que volver a las mismas rutinas de siempre, y empezar un nuevo ciclo escolar.

¿Emocionado porque empiecen las clases? Dios, desearía que el verano fuese eterno.

También yo.

Pasaron unos momentos hasta que Kathe volvió a hablar.

Te ves como la mierda.

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