21. ¡Ups! Un imprevisto Parte 3

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El chico quedó más que impactado y la taza que sostenía por poco resbala de sus manos.

El castaño silbó un poco relajando la tensión.

—Vaya…eso sí que es…duro. Vamos, toma un sándwich. No les he hecho nada —bromeó extendiéndole el sándwich.

—Estoy casi cien por ciento segura de que cuando me vaya le dirás a la policía.

—Digamos que soy muy neutral en eso de la justicia, no somos precisamente amigos. Bien, cuando quieras puedes irte, ya no me debes nada —exclamó mordiendo el sándwich.

Eso fue bastante rápido, pensó Nikki, se volvió para colocarse su disfraz hasta que…

—Oye, ¿no crees que si sales con eso por ahí te reconocerán?

—Tienes razón, pero no puedo entrar como si nada en una tienda.

—Espera un momento —el chico subió velozmente por la escalera de caracol. Bajó trayendo un bulto entre sus manos, desdobló todo y dejó ver una camisa de manga larga en color negro y cuello blanco, un pantalón de mezclilla y otras cosas que Nikki no reconoció—. Te doy la ropa a cambio de la que llevas puesta —Nikki accedió rápidamente y el castaño salió de la habitación permitiendo que Nikki se cambiara, se vistió y se observó de manera detallada en un espejo que había por ahí.

Realmente lograba hacerse pasar por un chico. Sólo su largo cabello le impedía parecer uno completamente.

—Y ahora… —el chico regresó con unas tijeras en mano y lo que parecía ser un kit para teñir el cabello—. Hay que cortar tu cabello y hasta teñirlo. ¿No crees que sería problemático si alguien vuelve a tirar tu gorra? No estaré ahí para ayudarte.

Vacilando Nikki accedió—. De acuerdo —el sujeto estaba en lo correcto, esa parecía ser la mejor opción. El tiempo transcurrió, el chico parecía tener conocimientos acerca de lo que hacía. Finalmente después de más de una hora terminaron. El cabello de Nikki pasó  de ser largo, negro y hermoso a corto, rebelde y rubio.

—Para finalizar…—el chico se acercó, colocándole una boina café claro en la cabeza.

—Vaya…—fue lo único que pudo decir Nikki ante el cambio tan radical mientras se colocaba de nuevo los lentes—. ¿Cómo te pagaré todo esto?

—Un beso en la mejilla basta y sobra.

Nikki se asombró, aquel tipo, ¿realmente sabía lo que le estaba pidiendo? Pero por todo aquello era lo menos que se merecía. Se puso de puntillas y con todo el esfuerzo del mundo le dio un corto beso en la mejilla—. Estoy satisfecho —la chica se despidió y cuando estaba a punto de irse la volvió a detener—. ¿Nos volveremos a, cierto?

—Eso espero —fue lo único que respondió  antes de volver  a bajar por aquella empinada escalera de caracol.

Ahora se apresuraría  e iría al siguiente estadio por su anhelada pista.

En otro lado de Londres estaba en el despacho del Sr. Trelawney  el detective Alfred Mcurtney, quejándose cual niño.

—Te dije que estaría en Londres, pero noooo….el señorito le quiso hacer caso al testigo, en serio, la seguridad actual apesta…

— ¿Cuántas veces tendré que decir que estabas en lo correcto? —preguntó derrotado y fastidiado.

—No lo sé, pero lo único que sé es que he ganado la apuesta —extendió la mano—. ¿Y mi caja de galletas?

— ¿Lo dices en serio?

— ¡Claro! ¡Una apuesta es una apuesta!

El oficial suspiró resignado.

—Está bien, te la daré la próxima vez que vengas.

—Entonces tendrán que ser 2 —especificó formando el número con sus dedos—. Recuerda que es una por cada vez que venga  a aquí… —dijo divertido.

El oficial una vez más había sido vencido por una de las personas que menos le agradaba, pero ya no se podía hacer nada.

Una pequeña obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora