Era una tarde fría en la bella ciudad de Londres, en la casa de la familia Bremauntz todo eran nervios y apuros, ya que la señora Bremauntz, Caterine Bremauntz estaba a punto de dar a luz.
Caterine Bremauntz era una mujer que a pesar de sus 32 años solo aparentaba 18, en su linda cara aniñada poseía un par de preciosos ojos del color de las esmeraldas, un largo y ondulado cabello que caía hasta la cintura como el ámbar, esbelta y alta, con una sonrisa que te hacía creer que todo estaría bien, era una modista reconocida quien estaba casada con Paul Bremauntz un hombre serio y cálido a la vez, sus ojos eran del color del océano, con una barbilla y sonrisa masculina, su cabello caía hasta el cuello del color del carbón, un hombre excepcional, alto y esbelto, muy alto en realidad parecía medir 1.85, era el hijo mayor de la millonaria familia Bremauntz, dueña de Bremauntz Motors, la cual estaría a punto de heredar cuando cumpliera 32, lo cual pasaría muy pronto.
Paul se apresuraba a buscar las llaves de su auto, mientras su mujer descansaba en el amplio sillón de la sala, estaba preocupado, si no se apuraba Caterine daría a luz en casa.
— ¡Al fin!—exclamó Paul triunfante mientras bajaba a toda velocidad por las escaleras.
Salieron de la casa para dirigirse a un auto convertible rojo, donde Paul ayudaba a subir a su esposa la cual solo respiraba profundo y sonreía mientras se acariciaba el vientre. Paul manejaba velozmente, incluso se pasó algunas luces, finalmente después de un apresurado viaje de 18 minutos llegaron al hospital, rápidamente atendieron a Caterine en urgencias para que diera a luz. Él bebe se había adelantado 2 semanas, justo cuando Paul se iba a trabajar Caterine comenzó con los dolores de parto.
Paul esperaba nervioso en la sala afuera de la habitación a donde habían dirigido a su esposa, se estaba preocupando, ya había pasado hora y media desde que habían llegado, tenía miedo de que el parto se hubiera complicado y perdieran al bebe. Paul tomó asiento en la esquina de la amplia sala y con la cara entre las manos se decía — ¡No puede volver a pasar… no de nuevo ya perdimos muchos bebés pero… a este… no lo podemos perder!
Tan inmerso estaba en su llanto que no lograba escuchar los gritos de dolor y esfuerzo de su amada Caterine.
Sin darse cuenta una lágrima recorrió su fina cara al momento en que una puerta se abría, de ella salió una enfermera, Paul alzó la cabeza esperando ver a una enfermera desanimada, pero fue todo lo contrario, había una sonrisa radiante en el rostro de la enfermera, se levantó y se dirigió a ella y aun con la lagrima en su rostro preguntó:
— ¿Y… dígame como están… mi bebé y mi esposa?— en su voz había preocupación, la enfermera solo sonrió y dijo —ya puede pasar a verlas— el rostro de Paul se iluminó y lleno de felicidad entró al cuarto donde se encontraba su esposa.
Su mujer vestía una bata azul, típica de un hospital, estaba recostada sobre una cama, su rostro lucía agotado pero a la vez feliz. En sus brazos sostenía un par de hermosos bebés que estaban envueltos con una pequeña mantita de color verde pastel.
El recién estrenado padre se acercó y observó a los bebes, lleno de alegría dio un semi-grito — ¡Son niñas y son 2!— las lágrimas empezaron a recorrer su alegre rostro, estaba tan feliz, cientos de intentos en busca de su bebe y ahora estaba ahí, no solo 1 si no 2 y eran unas preciosas gemelas.
Las niñas eran hermosas, tenían los ojos de su mamá y el cabello brillante como su papá. Ambos padres estaban alegres, Paul lloraba de felicidad y Caterine abrazaba a sus pequeñas gemelas, al fin habían logrado lo que tanto habían deseado.
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Una pequeña obsesión
Mystery / Thriller¿Qué tan lejos llegarías por recuperar a quién más te importa? ¿Sacrificarías todo? ¿Todo? Todo significa decir adiós a tus padres, a tu casa, a todo lo que conoces. Dejar todo atrás por la persona que más te importa en este mundo. Inclus...