En las afueras de la gran ciudad de Londres, un día de invierno con una ligera llovizna, un par de pequeños de cabello negro y ojos azules vagaban probando con sus descalzos pies el suelo frío al igual que con su raída ropa la helada lluvia, no tenían donde ir, ni casa ni familia, sólo se tenían el uno al otro.
Tenían pocas horas de haber sido abandonados por sus padres, los cuales ya no podían mantenerlos... o eso les habían dicho a los pobres niños que no contaban ni con 6 años.
Caminaban lentamente, mientras uno de ellos sozollaba tristemente mientras de vez en cuando ahogaba un sonoro gimoteo. Cuando tomó la pequeña mano de su hermano uno de los gemelos dijo: —No llores George verás que pronto todo estará mejor —sabía que estaba mintiendo pero su deber como “hermano mayor”, a pesar de haber nacido sólo unos minutos antes, era el de tranquilizar a su hermano.
Después de haber atravesado los suburbios y las afueras entraron a una especie de bosque en donde el paisaje parecía aún más oscuro que en las afueras, el más pequeño de los gemelos, George, quería volver a los suburbios a pesar de que ahí terminarían empapados. Paul ante la negativa de su hermano no tenía idea de que hacer así que lo animó diciéndole – recuerda que estamos juntos no nos pasara nada- el menor se confundió con aquella frase, cosa que aprovecho el mayor para adentrarlo con él al bosque. Dentro, el paisaje carecía de cielo alguno, debido a la numerosa cantidad de árboles los cuales los ayudaban a resguardarse de la lluvia, estaba oscuro pero guardaba su pequeño toque de claridad.
Mientras avanzaban, George empezó a divisar a lo lejos lo que él creía que era una casa, más bien una mansión, rápidamente le informo a Paul y se apresuraron a llegar a la casa, con la esperanza de que estuviera habitada o que de lo contrario les sirviera de refugio. Llegaron corriendo mientras intentaban recuperar la respiración, vieron que se trataba de una blanca mansión, con grandes ventanales y de 3 pisos más un pequeño ático que parecía coronar la preciosa mansión. Se acercaron a la puerta que era de madera de pino finamente detallada.
Paul tomo el gran picaporte dorado y toco 3 veces, en menos de 1 segundo abrió la puerta un hombre vestido elegantemente, joven de cabello Cataño y ojos del mismo color chocolate, de poca estatura, su rostro y nariz eran completamente afilados, sin rastro alguno de cejas. Se sorprendió de ver a los gemelos, sabía que no debía adentrar a la casa a desconocidos pero al ver el pobre estado en el que estaban los pasó al “vestíbulo” y fue a hablar al dueño de la casa.
George se asombró de tanto lujo, a comparación de la pobre casa en la que vivían aquello le parecía el paraíso, había cuadros hermosamente pintados en cada una de las paredes, había unos cuantos bustos y esculturas, el piso estaba cubierto por una suave alfombra purpura seco, Paul en cambio ni se inmuto de cuanto había a su alrededor, como si él fuera el dueño y ya estuviera acostumbrado.
En cuestión de minutos apareció el mayordomo con un hombre, quien era el dueño de la casa. Ya echaba canas entre su dorado cabello, parecía estar al final de los 50, de nariz ganchuda y algo aplanada, rostro redondo y brillante como una bola de queso, con unas cejas bastante pobladas que muy apenas dejaban apreciar sus peculiares ojos grises. Cuchicheo un poco con el mayordomo señalando repetidas veces a los gemelos con la cabeza. -¿Qué es lo que pasa?- pregunto George con un tímido susurro -nada, no te preocupes- le contesto Paul mientras acariciaba su oscuro cabello. El mayor de todos de la habitación suspiro cansadamente y se acercó a los gemelos, se acuclillo hasta casi alcanzar su pequeña altura -¿Cómo se llaman?- les dijo amable y cariñosamente, Paul que era menos tímido hablo –Yo soy Paul y él es George- dijo señalando al otro menor. –Oh ya veo- dijo el hombre mostrando una sonrisa dejando ver una pequeña ausencia de piezas entre sus poco blanquecinos dientes, hubo una pequeña pausa y añadió -¡pero en qué estado están! Habrá que cambiarlos… Mcword dirígelos a la habitación de invitados- el mayordomo les hablo amablemente y los dirigió por un largo y ancho pasillo hasta llegar a lo que sería la sala, la cual era bastante amplia y los condujo por unas escaleras dobles, esta vez cubiertas de una alfombra blanca.
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Una pequeña obsesión
Mystery / Thriller¿Qué tan lejos llegarías por recuperar a quién más te importa? ¿Sacrificarías todo? ¿Todo? Todo significa decir adiós a tus padres, a tu casa, a todo lo que conoces. Dejar todo atrás por la persona que más te importa en este mundo. Inclus...