2. Y... ¿sus nombres?

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Ya había pasado 1 hora desde que las pequeñas habían nacido, en medio de la linda escena de los padres con sus niñas entró una enfermera la cual retiraría a las niñas para unos chequeos. Ahora sólo quedaban en la habitación los padres, que aún no creían la idea de que al fin habían concebido una familia.

El silencio apareció en la habitación hasta que Caterine decidió romperlo.

—Amor, ¿Cómo se llamaran las niñas?— dijo tomando la mano de  Paul.

—Las niñas… pues yo nombrare una y tu otra ¿Está bien?—dijo Paul empezando a caminar por la habitación.

Caterine sólo sonrió ante esta idea y añadió  —Pero tienes que pensar bien el nombre ya que es para toda la vida.

— ¿Por qué lo dices?—reclamó Paul soltando una pequeña risa.

— ¿Por qué?— rio Caterine — ¡Todos los nombre que pones son malísimos! ¿Recuerdas a nuestro primer perro? ¡Se llamaba Penaut!  Y el segundo se llamaba…

—Ya entendí Caterine- dijo Paul divertido mientras le daba un beso en la mejilla. —Lo pensaré.

—Yo ya sé cómo se llamara una de mis hijas—anunció Caterine, sonriéndole.

— ¿Cómo?— preguntó Paul  aún con la sonrisa en su rostro.

—Se llamara Nikki— Caterine se sentó -con bastante esfuerzo y formando una mueca de dolor- mientras decía esto.

¿Nikki?— preguntó extrañándose. —          “Nikki… no es un nombre… ¿oriental tal vez?”—Pensó Paul, entonces recordó que su esposa amaba todo lo referente a la cultura oriental y en una ocasión ella le había comentado que “Nikki” significaba “diario” —“Un nombre…un nombre”— seguía pensando Paul un tanto preocupado. —“Debo pensar en algo que me guste, como Europa…mmmm que nombre europeo podría ser…”  

— ¡Ya sé!— exclamó feliz.

— ¿Qué es lo que sabes?— preguntó Caterine con su interminable sonrisa.

—La segunda de mis hijas se llamara Johanna— anunció Paul de manera decidida.  —Es un buen nombre y va de acuerdo a su precioso rostro— añadió  acercándose  a la cama de su esposa para tomar delicadamente su mano. —Nikki y Johanna son nombres contrarios que curioso ¿No?— Caterine sólo rio y dándole un beso a su esposo añadió —No te preocupes por eso, lo único que importa aquí son nuestras preciosas niñas.

Acabando de decir esto entró una enfermera a informarles sobre el estado de las bebés.

—Sres. Bremauntz, ¿me harían el favor de acompañarme para que puedan ver a sus bebés?— los esposos sólo asintieron. La enfermera los dirigió por un amplio y largo pasillo hacia la sala de los recién nacidos, el ambiente del hospital era frío, pero eso no les importó.  —Llegamos— les informó la suave voz de la pequeña enfermera.

Entraron en la sala que era innecesariamente espaciosa, donde había decenas de bebes aunque juntos no eran más de 40, los dirigió  a la penúltima fila donde en una cuna habían 2 preciosas y pequeñas niñas durmiendo cubiertas con una pequeña y fina sábana, en la cuna colgaba un cartel de plástico rosa decorado con estrellitas alrededor que decía: Recién nacida Bremauntz.  A su lado había otra cuna decorada de la misma manera, lo cual dejó con una duda a  Paul.

—“Si hay 2 cunas, ¿Por qué las tienen a las dos en una?”— pensó intrigado y curioso. —Srta. Solo tengo una pregunta— dijo Paul mientras Caterine observaba a las recién nacidas —Si hay 2 cunas a mi nombre, ¿Por qué tienen a mis hijas en una?— la enfermera sonrió.

—Parece que sus hijas van a ser muy unidas, ya que cuando las quise poner a cada una en su cuna la mayor empezó a llorar de una manera terrible, la otra bebé se conservó tranquila, pero parecía que la mayor no se quería separar de ella— explicó la enfermera mientras se acercaba a la cuna —Y para que no alborotara a los demás bebés decidí que era mejor dejarla con su pequeña hermana.

— ¡Ahhh!— exclamó Paul con cara de no haber comprendido nada.

—Bueno, pero eso no es lo importante ahora— dijo Caterine acariciando suavemente el cabello de quien creía que era  la mayor —Si no que están sanas. — Y una sonrisa se dibujó en su rostro nuevamente, se mostraba satisfecha, lograda, alegre.

—Es verdad— reconoció  Paul y preguntó — ¿Cuándo pueden irse con nosotros?— En su voz denotaba impaciencia, quería tener lo más rápido posible  a las bebés para poder estar con ellas.

—Esta misma tarde— contestó la enfermera —Ahora salgamos de la sala para no perturbar a los demás bebés— los Bremauntz asintieron y siguieron nuevamente a la enfermera, la cual en la habitación les preguntó por el nombre de las gemelas.

Caterine antes de que su esposo pudiera contestar dijo —La mayor se llamará Nikki Bremauntz y la menor Johanna Bremauntz—  la enfermera lo anotó en una pequeña tabla con hojas que llevaba en ella y salió de la habitación.

Llegó la tarde y con ella la ansiada  partida del hospital. Caterine llevaba en brazos a sus 2 hijas, habían intentado cargar a 1 bebé  cada quien pero Nikki no paraba de llorar estruendosa y desesperadamente, sólo paraba cuando volvía a estar junto a su hermana, a los padres  se les hizo extraño esto pero pensaron que era una “costumbre pasajera”.

 Pero no fue así.

 Las nenas cumplieron un año, aprendieron a caminar y a hablar, pero no pasaba la -ahora preocupante- “costumbre pasajera”.

Sólo que esta vez era más grave.

Una pequeña obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora