23. China 1/2

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Aquella ayuda que el chico le había brindado había servido bastante, porque a pesar de que se quitara la boina seguía pareciendo un chico. Un chico de delicadas facciones que atraía la vista curiosa de muchas personas al pasar.

Ahora se dirigía al estadio China Twon, por suerte se encontraba en el mismo lugar. Ya eran las seis de la tarde y estaba oscureciendo. En el mismo momento en que ella se preocupaba por donde dormir, sin que ella supiera, su hermana estaba en un terrible juego, ateniendo un problema mayor.

¿Debería ir mañana?, se preguntó, mientras sentía el fresco del otoño calar hasta sus huesos, No, es mejor si voy de noche, será más seguro que ir de día...Londres es tan seguro y aburrido... sin conocerse sus pensamientos se asemejaron a los de Alfred Mcurtney. Su estómago comenzó a gruñir, no había comido nada desde que salió de la mansión, excepto el sándwich ofrecido por aquel chico que la había ayudado, Estómago, ahora no... sobó la parte inferior de su cuerpo tratando de calmar la abrumadora sensación.

Decidió ir caminando hasta el estadio, necesitaba caminar y formar algo coherente con lo que llevaba. Una "x" una barra y un guion no podían formar mucho, pero seguro que con la siguiente pista formaban algo. Caminó y caminó entre las calles mientras estas cada vez más se iban vaciando. Andar con aquel fresco y a tales horas sólo lo haría un loco. Parecía que el frío invierno se había adelantado.

Después de más de 2 horas de caminar Nikki llegó al estadio, se dirigió a la entrada como era costumbre pero ahí no había nadie. Decidió ir hacia atrás y para su sorpresa el lugar estaba tan vacío como la entrada. Buscó por casi todos los rincones del estadio y el resultado siempre era el mismo, finalmente fue al estacionamiento, el último lugar posible.

Ahí le esperaba tranquilamente un hombre asiático, presumiblemente japonés, sentado mientras leía un libro. El hombre al percatarse de su presencia cerró el libro y sacó algo parecido a un tablero.

— ¿Tú eres el que tiene mi pista? —preguntó, el hombre sólo asintió y comenzó a acomodar piezas en el tablero, ella, impaciente, se acercó—. Tal vez tú tengas mucho tiempo pero yo no ¿podrías dármela ya? —sin detenerse en mirarla el contrario sólo negó. Nikki decidió no tomar medidas violentas, el secuestrador parecía estar informado de sus movimientos y si se enteraba de su violencia tal vez eso podría repercutir en su hermana. Así que esperó. Por primera vez el hombre japonés habló, justo cuando había acabado de acomodar las piezas.

— El señor me ha ordenado divertirlo, así que si me vences en el ajedrez te daré la pista que tanto anhelas, pero si no lo logras simplemente la quemaré.

Nikki nuevamente tuvo que reprimir sus impulsos de golpear al sujeto y quitarle la pista, y analizó la situación. ¿No sería más divertido probarle al secuestrador que ella podía con cualquier obstáculo? Su lado competitivo salió a la luz y como si ya hubiese ganado se sentó en el asfalto, tocándole a ella las piezas negras.

—Sin rencor y que gane el mejor —dijo él mientras movía su primera pieza dando inicio a la partida. A pesar de su instinto competitivo no cabía duda que las jugadas del japonés eran mejores que las de Nikki aunque ella, por experiencia, sabía que poner al oponente nervioso era una de sus mejores tácticas así que después de tantear el terreno puso en marcha su estilo de juego.

Pasaron un par de horas y la partida iba completamente avanzada, el estilo de Nikki estaba dando resultado y justo con uno de sus comentarios el japonés perdió la concentración por un corto, pero preciado, tiempo fue ese el momento que la Bremauntz había estado esperando.

—Jaque —dijo él.

—Jaque mate—finalmente Nikki logró dejar sin salida al rey blanco. Ese era su plan, poner a su rey en riesgo mientras que el japonés prácticamente condenaba el suyo.

Una pequeña obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora