Just Breathe...me

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Aragorn era un chico bastante atractivo, todos podían notarlo.
Era bastante popular, las personas lo reconocían y respetaban, intentaban interactuar con el a menudo, aunque el prefería el tiempo a solas o en dado caso pasar el rato con su mejor amigo Gimli.
Aragorn era sencillamente la imagen de chico malo y misterioso por la que chicas y chicos enloquecían. Su cabello era negro y quebrado, llegaba un poco arriba de sus hombros dándole un aspecto alternativo, su piel era un poco bronceada y su barba le daba un aspecto bastante varonil, sus facciones eran marcadas, varoniles, bellas, la barba que enmarcaba su rostro lo hacía lucir aún más atractivo; su cuerpo parecía tallado a mano, perfecta simetría y musculatura perfectamente formada sin volverse tosca a pesar de que nadie lo había visto practicar algún deporte dentro de la escuela. Su estilo consistía la mayor parte del tiempo en camisetas blancas, chaquetas de cuero o camisas de mezclilla abiertas, vaqueros y botas que lo hacían lucir seductor.
La mayoría de chicas y chicos en el instituto lo deseaban o admiraban.

"Sin ropa debe verse tan sexy"
"es tan varonil y tan rudo"
"de seguro su chica está más que satisfecha"
"De seguro tiene una motocicleta escondida"
"Es tan perfecto"
"Sin duda es un atleta increíble, tal vez haga pesas o algún tipo de artes marciales"
"debe ser excelente en la cama"

Esos eran solo algunos de los muchos comentarios que a diario se intercambiaban acerca de Aragorn.

Claro que la única persona que podía comprobarlos o desmentirlos era Legolas. Un chico gentil y discreto de hermosas facciones y cabello largo y rubio casi blanco, a diferencia de Aragorn el era mas alto y delgado pero al formar parte del equipo de arquería sus músculos se notaban de una forma encantadora. Legolas era un chico atlético, además del tiro con arco también practicaba artes marciales junto con su padre, nadie realmente lo creía a pesar de su aspecto ágil. No podía ser cierto que el típico chico malhumorado, serio solitario y de buenas notas que pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca o en el campo de tiro fuera realmente todo lo opuesto a lo que pensaban que era.

Tampoco creerían si se los dijeran que el era por quien el muy deseado Aragorn suspiraba. Y si era así entonces debía ser sólo por lástima...¿cierto?

Lo cierto es que Aragorn no era realmente lo que muchos pensaban y Legolas tampoco lo era.

Legolas se encontraba sentado a horcajadas sobre Aragorn, sus brazos alrededor de su cuello y sus labios firmemente presionados sobre los del pelinegro.

Aragorn envolvía sus brazos en su cintura e intentaba difícilmente seguir el ritmo apasionado con el que lo besaba su novio.

Todo había comenzado como una inocente cita y tal vez una invitación a pasar la noche.

Aquella tarde Aragorn lo había invitado a una tarde de películas en su casa ya que su padre Elrond y su hermana Arwen se encontraban de viaje en su pueblo natal.
Legolas había aceptado muy a pesar de las protestas de su padre para no dejarlo ir a "la madriguera de su novio delincuente" (palabras de Thranduil). Sin embargo la cita había sucedido.

Hicieron palomitas, ordenaron comida china y encendieron el televisor, junto a el se encontraba una larga pila de los vhs favoritos de ambos, seguramente Legolas debería quedarse a pasar la noche si querían verlas todas.

Después de un rato de estar en el sofá abrazados frente al televisor Legolas decidió que a su lado tenía algo mas entretenido y no estaba hablando precisamente del walkman en la mesita junto al sillón.

Legolas miró a su novio con cierta picardía, Aragorn sabía lo que significaba y estaba nervioso por eso. Desafortunadamente lo confirmó una vez que el rubio le quitó el bowl de palomitas de las piernas y se montó en el.

One Shots AralasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora