Leyenda I

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Cuenta una vieja historia sobre un príncipe elfo y un antiguo príncipe mortal, ambos se enamoraron en una ocasión en que sus reinos asistieron a un importante concilio, ambos pelearon lado a lado cuando fue necesario y cuando hubo paz sus lazos se hicieron más fuertes. El príncipe visitaba al elfo en su reino aprendiendo tanto de la pureza de este y de su pueblo y el elfo se maravillaba con la gran ciudad de piedra de la que su amado era príncipe. Pero los rumores corren rápido y había alguien que no estaba feliz con la cercanía de los amantes ya que ansiaba más que nada la pureza para su raza y su reino; lamentablemente los hombres son mortales por lo que el rey de la ciudad de piedra falleció. El enemigo tenía al príncipe en la mira y no dejaría que este ascendiera al trono y tomara a un elfo como consorte, fue así como el consejero real conocido como Denethor pagó una gran cantidad de oro a un hechicero oscuro quien dejó caer sobre el futuro rey una terrible maldición que poco a poco lo convirtió en un gigantesco lobo negro, dicha maldición sólo podía ser anulada con la muerte de quien la había conjurado. Lamentablemente para el hechicero ninguna maldad era más fuerte que el amor que se profesaban ambos seres por lo que los valar apiadandose de los amantes concedieron al hombre un día cada diez años en el que podría ser hombre denuevo y reunirse con su amado y a sí mismo le obsequiaron la luz de la eternidad para que llegado el día pudieran estar juntos nuevamente.

El hombre convertido en bestia huyó hacia las montañas del norte separándose de su amado quien juró pertenecerle eternamente.

En ausencia del heredero, Denethor ascendió al trono bajo el título de senescal, pero esta artimaña no duró ya que el príncipe elfo se encargó de que todos los reinos supieran su traición por lo que una batalla azotó sus tierras consiguiendo así derrocar al cruel traidor quien fue condenado a muerte.
La ciudad de piedra ahora tenía un nuevo senescal justo y bondadoso, pero lloró a su heredero perdido, buscaron al hechicero para darle muerte, pero este había huído y durante largos años no lograron dar con su paradero.

El príncipe elfo se mantuvo firme a su promesa y a su amor por lo que abandonó su reino yendo hacia un bosque cercano al pie de las montañas del norte. Al conocer la pureza de aquel ser, las criaturas que habitaban el bosque le prometieron fidelidad y compañía mientras al mismo tiempo le brindaban la libertad de morar en su bosque. Legolas agradeció a ellas por el buen trato y construyó allí un hogar donde cada diez años volvía a reunirse con aquel ser a quien tanto amaba.
Fue así como el elfo se convirtió en el señor de los bosques y el hombre convertido en bestia fue nombrado el guardián de las montañas.

Corrió lo mas rápido que su cuerpo le permitía, habían pasado ya dos días en los que apenas se detenía a beber agua y volvía a emprender la carrera, sabía que al llegar estaría cansado pero poco le importaba, aprovecharía cada segundo.
La mañana estaba por llegar y lo sentía en el cuerpo, en cualquier momento comenzaría así que debía darse prisa entró al bosque y lanzó al cielo un intenso aullido, debía advertir de su llegada.

Se encontraba ya sentado fuera de la cabaña, se entretenía ajustando su arco cuando escuchó aquel aullido, era el, sin duda era el. Rápidamente se puso de pié, se colocó la capa que se encontraba junto a él, acomodó su arco en el carcaj y comenzó a correr siguiendo el eco del aullido.

Las ramas y hojas crugian bajo sus botas, los primeros rayos de sol comenzaban a asomarse entre los árboles, su corazón latía desbocado, quería encontrarlo, necesitaba encontrarlo, rápidamente trepó por el tronco de un árbol hasta llegar a la rama más alta donde se posó para poder observar mejor a distancia y fue ahí cuando lo vió, no estaba tan lejos pero el cambio estaba a punto de suceder, se puso de pie y se dió prisa esta vez saltando entre las ramas de los árboles.

Ya estaba cerca, podía ver el humo de la cabaña, estaba ansioso.
Sintió una punzada en la columna y alentó el paso, las patas ahora tomaban forma de manos y pies, su cuerpo le exigía erguirse por lo que obedeció dejando escapar un aullido que pronto se transformó en un alarido, cayó de rodillas en la hierva y comenzó a arrastrarse mientras su cuerpo terminaba de transformarse.
Su respiración era agitada y sentía sus huesos y músculos adaptarse a su nueva forma, el dolor era intenso pero lograba soportarlo.

One Shots AralasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora