3. ¡Es hora de la esgrima!

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Dos semanas pasaron, lentas y tortuosas. Parecía mitad del curso por la cantidad desorbitante de tareas que ya teníamos acumuladas.

Para mi suerte, seguía juntándome con el grupito de Tanjiro; todos resultaron ser muy agradables y amables conmigo, cada uno a su manera particular de ser. Además, ya me estaba acostumbrando a ellos.

Algunas veces tenía oportunidad de platicar con Tomioka, cuando estábamos en el salón de clases, ya que estar en los Pilares lo mantenía bastante ocupado, sin mencionar que un grupo grande de chicas se habían sentido repentinamente interesadas en las matemáticas, buscando mejorar en la materia y buscando la tutoría de mi amigo.

Al menos en estos momentos platicábamos sobre sus experiencias y lo mucho que lo cansaba aguantar a tantas chicas. Zenitsu se moría de envidia e Inosuke solo se burlaba. Una parte buena de esto es que Tomioka ya tenía más personas con las que hablar de manera normal, y eso parecía hacerlo feliz, cuestión que me alegraba bastante.

—¿Logras terminar esta cantidad monstruosa de tareas y, encima, ayudar en matemáticas a tus fans? —preguntaba Zenitsu, recargando su cabeza en su mesa, agotado de pensar.

Tomioka solo asintió, sin decir nada.

—Debe hacerlo; es un Pilar, los pilares destacan por esas cualidades —explicó Tanjiro, borrando, por quinta vez, el mismo párrafo que escribía sin parar.

—¿Hay algo difícil al estar en los Pilares? —le pregunté a Tomioka, que nos escuchaba con atención.

—Las reuniones no son sencillas; tenemos que estar en juntas constantes con el director Ubuyashiki, donde nos da trabajos que hacer con maestros, para apoyarlos en clases u organizando los próximos eventos y competencias; sin mencionar la ayuda que han estado solicitando los alumnos para mejorar en matemáticas. ¿Tú qué tal en tus clases de biología?

—Me va muy bien, mis notas han subido gracias a Shinobu —respondí, feliz de que era cierto: biología no me gustaba, pero Shinobu la hacía divertida.

—Me alegro —respondió Tomioka, observando la ventana.

—Quizá necesite asesoría en matemáticas. Tomioka, ¿qué debo hacer para que un Pilar me ayude? —preguntó Zenitsu, cerrando su libro con coraje.

—No servirá, Zenitsu —regañó Tanjiro, suspirando—, matemáticas no se te complica tanto como otras materias, solo estás de flojo.

—¡Claro que no! Nezuko, ayúdame, tu hermano no lo entiende —lloriqueó Zenitsu, alargando las sílabas, buscando el consuelo de la chica, que le acarició la cabeza con ternura.

Observé a ese par con una sonrisa, me agradaba la relación que tenían y era obvio que terminarían juntos, aunque a Tanjiro no le agradara del todo. Entonces, como había pasado las últimas dos semanas, me llegaba de manera repentina el recuerdo de un par de ojos rojizos e intensos, provocando extrañas sensaciones en mi estómago.

Agité mi cabeza y tomé un libro, el más cercano que tenía, para que nadie notara mi cambio de tono. Por desgracia, Tomioka sí lo había notado. ¿Qué esperaba? Tenía un año de ventaja en conocerme, así que conocía ciertas reacciones mías.

Al menos tuvo la sutileza de esperar a que mis amigos estuvieran ocupados en sus cosas, para preguntarme, sin que nadie más oyera:

—Oye, ¿qué te pasa? —susurró, inclinándose en su mesa para que lo oyera.

—¿Eh? Nada, ¿por?

—Desde hace días noto que estás en las nubes, más de lo normal, y te sonrojas constantemente... No me digas que uno de estos chicos te gusta...

Encontrándome entre las llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora