11. Un maldito libro abierto

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A la mañana siguiente, el cielo del jueves llegó nublado, a diferencia del día anterior.

Yo seguía algo decaída, pero trataba de alejar a Rengoku de mi mente, además, mis amigos me ayudaban bastante; incluso Inosuke trataba de no hacerme enojar (trataba).

Antes de que llegara el descanso, Tomioka, sin levantarse de su mesa, me llamó, tocando mi hombro.

—¿Oh? Tomioka, ¿hoy no tienes pendientes? —le pregunté, mientras guardaba mis cosas.

—Muchos, pero necesito hablar contigo.

—¡Oh! De acuerdo, te oigo; no quiero quitarte tiempo.

—Bien. Lo que estás pensando: no lo hagas.

—¿Eh? ¿De qué hablas? —respondí, con las manos temblorosas.

—No te hagas. Mañana ve a tu clase de esgrima; no tendrás dolor de estómago, gripe o tu mamá te vendrá a buscar. Ve, créeme.

Lo observé, parpadeando, sin creer lo que escuchaba. Pero ya no tenía caso tratar de mentir:

—¿Eres adivino o cómo lo supiste?

—Shinobu me hizo pensar en esa posibilidad y, al parecer, tenía razón.

—Diablos...

—Dai, Kyojuro es un tonto y tú también; mal entendieron las cosas.

—Tomioka, ¿solo vas a insultarme? ¿En estos momentos?

—Kyojuro me contó lo que pasó, y no tiene idea de por qué lloraste. Se quedó preocupado por ti.

—Espera, ¿en serio? ¿Rengoku se preocupó por mí?

—Sí... Dai, por favor, ve a tu clase. No te rindas, no te atrevas a renunciar a lo que sientes.

—Pero...

—Ve mañana. No puedes rendirte. Eso es lo que le gusta a la gente de ti —terminó Tomioka, levantándose de su mesa para salir con prisa a atender sus asuntos, no sin antes darme mi empujoncito de frente.

Yo me quedé observando la puerta del salón por donde desapareció, mientras sus palabras resonaban en mi cabeza: «No te rindas, no te atrevas a renunciar a lo que sientes».

Tanjiro se había atrasado en guardar sus cosas, pero con motivo bueno, ya que había espiado un poco la conversación. Como persona de alta moral que era, no pudo mantenerlo en secreto, así que se acercó para hablar conmigo:

—¿Dai?

—¿Uh? ¡Ah! Lo siento, debemos ir a comer...

—Dai, escuché lo que te dijo Tomioka y, perdona que me meta, pero creo que tiene razón y deberías hacerle caso.

Zenitsu saltó a los hombros de Tanjiro, agitándolo, mientras Inosuke le daba pequeños golpes en la cabeza con su puño:

—¡Tanjiro! ¿Qué ejemplo le estás dando a Nezuko? —se burló Zenitsu.

—Espiando conversaciones ajenas, ¡qué vergüenza debería darte! —apoyó Inosuke.

—Ustedes también espiaron, par de hipócritas, y si no van a dar consejo, les sugiero que dejen de jalonearme.

Zenitsu e Inosuke solo hicieron cara de tontos, al ser descubiertos. Tanjiro continuó, como si nada, mientras yo reía:

—Es en serio. La verdad siento que hay un mal entendido muy grande. Desde que lo vi interactuar contigo... su mirada es diferente, es más vivaz.

Encontrándome entre las llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora