01.

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CAPÍTULO UNO.

Hoy me he levantado pronto, ya que hoy es el día.

A las ocho de la mañana, sin hacer ruido, empecé a hacer la maleta. Metí toda mi ropa, mis zapatos, mis libros, mis discos y mis aparatos electrónicos. Lo más importante, los pocos cuadros que tengo donde están enmarcadas fotos de mi padre y de mí, los guardé en una mochila aparte junto a mi móvil, mi cargador y objetos varios que podrían serme útiles en cualquier momento.

No pienso ir a ningún sitio sin mi padre, eso lo tengo muy claro.

Después, bajé a la cocina de puntillas, donde me encuentro actualmente, y comencé a preparar mi tarta de cumpleaños. Inspiro el delicioso olor a chocolate que invade el acogedor espacio.

Pienso irme por todo lo alto. Empezaré a comerme mi tarta, esperando a que el resto de la casa despierte. Me verán en la cocina comiendo y me regañarán, seguro, pero haré oídos sordos. Dejaré las sobras de la tarta sobre la encimera por si alguno quiere comerla; he pasado tantos años cocinando yo que dudo que ellos recuerden cómo se hace.

Me pondré de pie lentamente, sonreiré y les diré que me voy de casa. Subiré a mi habitación, agarraré la maleta y saldré de esta puta casa para siempre.

Fácil, ¿verdad?

Meto el bizcocho en el horno. Mientras empiezo a preparar la cobertura de la tarta, noto que me siento diferente, más mayor. ¿Es normal que uno se sienta así al cumplir la mayoría de edad? O quizá me sienta así porque irse de casa es un paso de adultos.

Sea por lo que sea, estoy emocionada. No puedo esperar para comenzar mi nueva vida.

Pero, por supuesto, tengo la peor suerte del mundo y las cosas no salen como yo planeaba. Voy a replantearme seriamente el hecho de que una bruja nos ha maldecido.

Cuando la tarta ya está hecha, me siento en la encimera y empiezo a comérmela. No me corto un trozo, no, sino que la como directamente con un tenedor. Es mi tarta y la comeré como me dé la gana, si ellos no quieren comerla que se jodan y se mueran de hambre.

Por fin escucho tres pares de pies caminar por el piso superior. Sí que duermen, Dios mío. Claro, como la que hace las cosas soy yo...

Los tres juntitos bajan las escaleras, entrando en la cocina. También los tres llevan pijamas de satén: mi madre de color morado, John de color azul y mi hermana de color rosa. Ridículos.

Me miran boquiabiertos, como si jamás me hubieran visto comer; sus expresiones son reemplazadas rápidamente por tres ceños fruncidos.

—¿Qué crees que estás haciendo? —ladra John, claramente enfadado.

—¿Comer? —respondo sarcásticamente, porque les jode mucho, mientras sigo comiendo mi tarta.

—¿Es eso una tarta? —mi madre me mira un poco menos enfadada que John, pero sé que no le queda mucho para igualarle.

—Hasta donde yo sé, sí.

—¡Deja de ser sarcástica! —replica gritando.

Nuestro mood veinticuatro siete es ser sarcástica.

—Sí, madre, es una tarta. De cumpleaños, más concretamente, porque por si no os acordáis, hoy es mi cumpleaños. Y esta es mi tarta —respondo "educadamente", aunque el retintín en mi voz es claro.

—¿Y qué quieres, un regalo? —mi hermana se ríe.

El regalo nos lo vamos a dar nosotras mismas cuando nos vayamos de aquí.

Infierno [+21] [TAI#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora