02.

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CAPÍTULO DOS.

Los ojos del público están fijos en la fila que formamos las diez chicas, separadas por medio metro. Me siento expuesta, como si fuera un mono de feria.

¿Y si nos vamos? Lo he pensado, pero las dos únicas puertas que hay están protegidas por los guardias de seguridad. Es como si este evento tuviera fecha y hora, y una vez dentro nadie pudiese escapar. Voy a matar a Ethan. Vamos, querida, vamos.

Miro a las chicas; no me sorprendo al ver que soy la única inquieta. Literalmente están todas tiesas, como si las hubiesen metido un palo por el culo —perdón por la expresión—, y luego estoy yo, que no dejo de moverme. Claramente alguna persona me mira frunciendo el ceño, y en algunos ojos puedo leer la orden de "quédate quieta". Qué gente más extraña.

—Damas y caballeros —giro de nuevo la cabeza para ver a un señor calvo en una de las esquinas del escenario, detrás de un estrado de madera. Además, tiene un martillo de juez—. Sean bienvenidos a la subasta de este mes. Ya conocen las reglas, pero si hay alguien nuevo, las repetiré: iré nombrando número a número, las chicas darán un paso al frente y ustedes empezarán a pujar, únicamente levantando vuestro número y diciendo una cifra. Por favor, sean educados y hablen de uno en uno. Si no hay preguntas, comencemos.

Frunzo un poco el ceño, ¿de verdad alguien quiere comprar estos horribles vestidos? ¿Para esto me han metido en este lío? Enserio, pienso decirle a Ethan que no me parece nada bien que me haya mentido, ¡yo venía a encontrar piso!

—Número uno, al frente por favor —la chica da un paso al frente, seria, sin moverse—. La subasta empieza en diez mil euros. Adelante, pujen.

Me sorprende cuando la gente comienza a levantar sus cartones redondos donde hay diferentes números, elevando cada vez más las cifras. Se nota que son ricos, los ricos son tontos, por eso mismo van a gastarse todo ese dineral en estos horribles vestidos.

Las chicas van dando pasos al frente, cada vestido siendo comprado por una alta cantidad de dinero —el mayor precio que han gastado ha sido de cincuenta mil euros—. Cuatro vestidos han sido comprados por mujeres y los otros cinco restantes por hombres.

Llega mi turno. Obedezco cuando el señor dice que dé un paso al frente. Entrecierro los ojos cuando encienden el foco de la esquina, que me da justo en la cara y no veo otra cosa más que la luz, impidiéndome ver quién será el idiota que compre mi vestido.

Para mi sorpresa, y creo que la de todo el mundo, antes de que el hombre indique el precio límite, una voz se hace presente en la sala, grave y segura:

—Cien mil euros.

La sala se llena de murmullos alborotados. Incluso el hombre se ha quedado anonadado, que da el vestido por vendido, ya que es obvio que ningún loco gastaría más de cien mil euros en esto. Quizá el que va a pagar esa cantidad sí estaría dispuesto a gastar más.

Mientras intentan callar a la multitud, Valerie nos hace gestos para que bajemos del escenario. En fila india volvemos al vestuario.

—Lo habéis hecho muy bien, chicas —nos regala una sonrisa—. Cambiaos de ropa y dejar los vestidos en las perchas, por favor. Luego regresar al salón, los compradores se reunirán con vosotras.

—¿Para qué tenemos que reunirnos con ellos? —me es inevitable aguantar la pregunta.

—Oh, cielo... —a pesar de que no es mucho más mayor que yo, me mira como si yo fuera su hermana pequeña, con un cariño y una pena que jamás había visto—. Lo siento, no puedo hablar. Créeme que... me encantaría ayudarte, de verdad.

Infierno [+21] [TAI#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora