36.

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CAPÍTULO TREINTA Y SEIS.

Llevo dándole vueltas todo el día a las palabras que me ha dicho Enoch. No unas palabras cualquiera, no, sino un te quiero.

Intenté hablar con él, claro, pero me silenció con un beso y mi mente se apagó mientras me follaba una segunda vez. Y una tercera. Y una cuarta.

Después nos quedamos dormidos, agotados, satisfechos. Pero, a la hora de la comida, me despertó y lo volvimos a hacer. Y, claro está, no salimos de la cama; nos hemos alimentado a base de la tarta que hice, y no me quejo en absoluto.

Sin embargo, esas dos palabras regresaban a mi cabeza de vez en cuando, sobretodo en los momentos de mayor lucidez.

Solo tengo que esperar, ¿no? Dijo que hablaríamos durante la cena. Solo unas horas más y sabré si lo decía de verdad.

—Llamas —levanto la cabeza de su pecho—. ¿Por qué no te duchas?

—¿Qué? —frunzo el ceño—. ¿Huelo mal?

Enoch se empieza a reír, haciendo que sienta la vibración en su pecho.

—Claro que no, hueles a mí. Estás agotada y quiero que te relajes, así que llena la bañera, echa alguno de esos productos raros que tenéis las mujeres y tírate ahí un buen rato.

—¿Por qué?

—Porque vamos a tener una cita.

—¿Aquí? —asiente—. ¿Y vas a cocinar tú? —enarco una ceja.

—Ella me ha dejado algunas directrices, me las apañaré —asegura con una pizca de orgullo.

—De acuerdo... —hago el amago de levantarme, pero sus brazos me retienen.

—¿Piensas abandonarme sin darme un beso?

Pongo los ojos en blanco ante la tontería que acaba de decir, a pesar de que en el fondo, muy en el fondo, me encante que sea tan tonto.

Así pues, me acerco a su boca y le beso tal como ha pedido. Sonrío contra sus labios, pues un mechón de su pelo me está haciendo cosquillas en la mejilla.

—Tienes que ir a la peluquería —le digo tras separarnos—. O... podría cortártelo yo.

—¿Hay algo que no sepas hacer? —sonrío y me encojo de hombros—. Me encantaría que fueras mi peluquera personal, llamas.

Asiento, satisfecha, antes de bajarme de la cama y encerrarme en el baño.

Siguiendo las órdenes de Enoch, lleno la bañera de agua, echando jabones y sales aromáticas para relajarme.

No sé cuánto tiempo tardará el chef, pero no pretendo salir hasta que esté arrugada como una pasa. Necesito este momento para mí sola, lo cual resulta irónico, teniendo en cuenta que he estado así durante un mes y no pensé que, al regresar junto a él, quisiera alejarme.

Pero lo necesito, porque Enoch ha dicho que me quiere, y temo con todas mis fuerzas que esas palabras hayan salido de su boca únicamente porque estaba falto de sexo.

Yo le quiero de verdad, y no estoy segura de querer tener esa charla que me depara tras finalizar el baño.

Tenemos que respirar hondo, relajarnos y despejar la mente, no pensar en absolutamente nada.

Y eso hago. Me hundo en la calidez del agua, que envuelve mis músculos doloridos, y cierro los ojos. Dejo que el olor a flores frescas inunde mis fosas nasales y la música suave que puse antes de meterme en la bañera, termine de relajarme.

Infierno [+21] [TAI#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora